MACEDONIO VIDAL PÉREZ. Nació en 1955, en Santa Cruz Olintzi, municipio de Tozonapa, pueblo enclavado en la Sierra Madre Oriental, cerca de Córdoba, en el estado de Veracruz. Ingeniero civil de profesión, ha tomado cursos de latín, griego, cuento, novela y poesía en la Casa del Escritor en la ciudad de Puebla, donde radica actualmente. Su gusto por la poesía surge de su participación en declamaciones en la infancia y lo retoma a la edad de 50 años. Ha publicado en: Alborada Poética y NON_OMNIS_MORIAR (No moriré del todo) en el Círculo de Escritores Sabersinfin. También ha publicado en la revista Filigramma del mismo círculo de escritores. Ha asistido a los encuentros de escritores organizados por la BUAP a veces leyendo su poesía y a en ocasiones como conferencista.
VIAJE POR EL GRUYER SIDERAL
Ser miembro único de la cofradía de la locura es un privilegio.
En solitario viajo desde donde la velocidad retoza hasta el centro del ímpetu,
inmóvil viajo hasta donde llega la incansable curiosidad de mi visión.
Viajo desde la materia oscura que envuelve las galaxias,
viajo entre astros, estrellas, sistemas, giros que llevan un destino, a un destino
viajo desde donde aparece la luz hasta donde en apariencia desaparece la luz;
y entre más me acerco al centro, aumenta sin medida la velocidad de la luz.
Crece hasta donde deja de ser luz y solo la contemplan los ojos infrarrojos.
Crece mientras la tabla periódica se desintegra hasta alcanzar la mónada
y por ese agujero donde solo pueden viajar los poetas me deslizo sin convertirme en gas
y prosigo mi viaje hasta donde las incubadoras estelares dan a luz estrellas nuevas,
y contemplo cómo el hidrógeno amamanta el poder de las bebés estrellas.
Y así fluyo de un universo a otro por agujeros de gusano a través del eterno multiverso.
Ahí donde me siento feliz de ver todas las maravillas celestes,
encuentro en ocasiones necios que intentan descifrar lo que no tiene leyes
y aceleran partículas sin considerar que el tiempo y el espacio alrededor se afectan.
Dirán que estoy loco cuando digo que algo en este milenio aceleró el tiempo.
Dirán que estoy loco y aciertan cuando digo que siento que los días y los meses
y los años y el tiempo se aceleran tanto que la pandemia pasó como un suspiro,
enero fue ayer y hoy es diciembre.
Ayer reinó la prepotencia y hoy otro loco tiene el dedo sobre el botón nuclear.
Ayer casi se logra la consciencia climática y hoy la humareda fósil recupera los cielos.
Ayer las carreteras y los mares estaban llenos de migrantes y hoy también.
Ayer los mares se llenaban de plástico y hoy los océanos son plasticolas en vaivén.
Ayer había ricos y pobres y hoy la brecha social se convirtió en abismo.
Ayer se organizó a la delincuencia y hoy se halla más organizada que nunca, y un poco más.
Ayer… lo único bueno de que el tiempo expedito suceda es que la ropa no se gasta,
la vida se va rápido y, sin embargo, como son malos tiempos…
hay que darle las gracias a quien acelera el tiempo y crea un portal;
portal que espero permita el traslado hacia un lugar sin injusticias
en tanto desconcertado vuelvo de mi ajetreado viaje demencial.
Y todo ciego, abro los ojos, un día más en un lejano mundo.