P U L S O P O L I T I C O
Gabriel Sánchez Andraca
Nunca ha habido tanta libertad de expresión como ahora. El presidente López Obrador, como el dice, ha sido el presidente de la república más atacado por los medios de difusión, desde Francisco I. Madero. Ambos fueron electos por una mayoría popular y ambos llegaron para cambiar los regímenes existentes en su momento. El primero derribó a un gobierno dictatorial, despótico, responsable del atraso político, económico y social, que privó durante los 30 años anteriores a su derribamiento violento en 1910.
El segundo llegó para cambiar las políticas neoliberales impuestas por los Estados Unidos e Inglaterra, que frenaron el lento pero efectivo crecimiento que había durante los regímenes priístas, con el sistema nacionalista y revolucionario, que impulsó la educación, la seguridad social, el sistema de salud pública, la vivienda popular y que fue el impulsor de las clases medias populares, que no existían en la era porfiriana.
Durante el neoliberalismo, la deuda pública de México, creció en forma brutal, al grado de que actualmente el gobierno tiene que pagar anualmente, miles de millones de pesos solo de intereses que cobran las financieras internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo, por los prestamos billonarios (de millones de millones de dólares) que el país solicitó para impulsar su desarrollo y que fueron a engrosar las fortunas de los grandes empresarios surgidos del grupo neoliberal y de los políticos corruptos de los que se llenaron los gobiernos prianistas, provocando la concentración de la riqueza nacional en muy pocas manos y el desorbitado incremento de la pobreza situación en la que se encuentra, casi el 50 por ciento de la población.
Los intelectuales y periodistas, no tenían la libertad de criticar esa situación o no lo hicieron por intereses personales o intereses de las empresas donde prestaban sus servicios, hay que hablar con la verdad. Tampoco criticaban la elevada corrupción que había y de la que se hablaba entre la población, en los altos niveles de gobierno.
La complicidad de altos funcionarios con miembros del crimen organizado, era comentada en todas partes, pero ellos, como el presidente Calderón, “nunca se dieron cuenta”. Y el secretario de Seguridad Nacional, García Luna, preso ahora en los Estados Unidos, era el cómplice del cártel más poderoso de México, el que capitaneaba el Chapo Guzmán y dicen que recibía recompensas hasta de 30 millones de dólares.
LA ARTICULISTA Y ESCRITORA Sabina Berman, colaboradora de “El Universal”, dice refiriéndose al desplegado de los intelectuales y periodistas adversarios de AMLO: “En cuanto a la aseveración de que la fuente de odio, la división y la difamación que hoy empantana el espacio público viene de un solo par de labios, a decir, los del Presidente, la encuentro igual de injusta.
“Creo recordar que uno de los abajo firmantes del desplegado ideo una fábrica de mentiras para golpear al entonces candidato Andrés Manuel López Obrador. Creo no mentirme cuando recuerdo ataques furibundos y basados en medias verdades del periódico “Reforma” al canal once, porque osó modificar el 4 por ciento de su programación, inaugurando tres programas con intelectuales de izquierda. Creo recordar bien columnas del periódico en las que se llamó al (ahora) Presidente loco, enfermo, ignorante, sicópata o dictador. Apenas la semana pasada, tuve la sorpresa de leer a un intelectual neoliberal referirse a uno de los escritores más leídos y amados del idioma español como “un autor de medio pelo”, porque el escritor dijo algo impropio sobre un amigo del intelectual neoliberal”.
Pero este humilde columnista provinciano, está de acuerdo con la señora Berman, en el sentido de que el Presidente no debe rebajarse para entrarle a la “guerra de lodo” de sus adversarios. El presidente y los altos funcionarios de su gobierno, deben estar por encima de todos ellos y responder a sus nada serias críticas, con resultados en las actividades de gobierno. Dos años en el poder, que todavía no se cumplen, son pocos para que el éxito de la Cuarta Transformación, se note. Pero al final del sexenio, el país semi-destrozado, que recibió López Obrador, debe ser completamente distinto: con un sistema educativo y de salud para todos por igual, con calidad y bien organizado; con una corrupción en límites tolerables, pues acabar radicalmente con ella, sería poco menos que imposible; con bajos niveles de criminalidad y elevados índices de seguridad para todos los ciudadanos; con independencia alimentaria y energética, sin las cuales el país no puede ser libre y soberano sobre todo, siendo dueño de grandes yacimientos de petróleo, que vende como materia prima e importa gasolinas; que siendo la cuna del maíz y gran productor de frijol, desde la época prehipánica, base de la alimentación popular, tenga que importar esos productos que le llegan de mala calidad (maíz forrajero) y transgénico. Que deje un México que sea orgullo real de los mexicanos, en el que todos podamos vivir tranquilos, con trabajo, con igualdad de oportunidades para todos y que lo que ya vivimos no vuelva a repetirse nunca, porque los ciudadanos lo impidan democráticamente. Esa sería la mejor respuesta para quienes quieren volver al pasado, que a juzgar por la manifestación que hubo el sábado en la capital del país, son muy poquitos.