Lilian S. Lozano. #amorodar

 

Lilian S. Lozano. Nació el 27 de abril de 1969 y es orgullosamente norteña. Además de su Licenciatura en Educación, se certificó como Coach Ejecutivo Estratégico y tiene múltiples diplomados: Responsabilidad Social Empresarial, Historia Universal y de Mesoamérica, Historia del Arte y de las Religiones. También ha incursionado en la práctica de la meditación y la atención plena.

Lilian es inquieta, deportista, trotamundos y filántropa que colabora con organizaciones de la sociedad civil. Funge como consejera honoraria de diferentes consejos empresariales y de varias ONG, para hacer de este mundo un mejor lugar.

Actualmente cursa la maestría en desarrollo humano y descubriendo nuevas habilidades, explora el universo de la literatura en el Taller de Escritura Creativa Miró, dirigido por el maestro Miguel Barroso Hernández.

Recrear la ficción, basándose en hechos de la vida real, es la esencia de la narrativa contemporánea y Lilian S. Lozano lo sabe.

 

#amorodar

Recargada en el marco de la puerta, veo cómo hace su habitual recorrido en bicicleta. Cada mañana, en contraste con el verde del campo, disfruto verla pedalear, al ritmo de la música que seguro escucha desde un excelente playlist.

 

Imagino, por su fisonomía, dedicación y disciplina, a una gran atleta. De pies a cabeza el outfit -de muy buen gusto- muestra a la campeona que ha de conseguir medallas y trofeos en competencias locales y nacionales; quizás hasta internacionales.

 

Pero lo mejor es la energía que trasmite. A veces, quisiera recorrer el camino con ella y que no sean sólo mis ojos los que se montan en su bicicleta.

Cuando mis piernas eran jóvenes y fuertes, también experimenté esa sensación de libertad y fuerza. Volaba en dos ruedas, sintiendo cómo el viento, sutil, acariciaba mi rostro.

 

Ninguna otra ciclista en el pueblo se le parece, siquiera tantito. Sin embargo, en ocasiones me pregunto si realmente es feliz, se trata de un tipo de adicción al placer o es amiga del sufrimiento; por todo lo que representa pedalear varias horas en la montaña. Entonces, suspiro extasiada y doy media vuelta, dejando atrás esos recuerdos que son tan especiales para mí, como lo debería ser para ella rodar la vida.

Sonrío, retomo los quehaceres, dentro de la casa y Amalia sigue su camino sin saber que continúa inspirándome a amar el ciclismo cada día más.