Lilia Ramírez. Orizaba, Veracruz, México. Poeta y ensayista, viajera incansable y estudiosa de los poemas. Ha escrito catorce libros de poesía y cuatro de narrativa. Ha sido premiada en diversas ocasiones en ambos géneros. Fue jurado de los Juegos Florales Hispanoamericanos de la ciudad de Quetzaltenango, Guatemala, en 2022. Ha asistido a Encuentros dentro y fuera del país, y parte de su obra ha sido traducida al ruso. Fue publicada en la emisión 2162 de Un poema al día para que quienes puedan se le pongan encima y lo atesoren en la memoria, proyecto del laureado Maestro Felipe Garrido. Actualmente toma taller con la poeta colombiana Fadir Delgado. Recibió un Reconocimiento como escritora distinguida por el H. Ayuntamiento de Veracruz, 2023.
Del Poemario Voluntades cotidianas. (segunda edición 2021, Ed. Manantial entre Arenas). Libro entrañable que se publicó después de un silencio editorial de seis años.
CARACOL
Asomado al espejo, el caracol observa la punta de lo
que podríamos decir es su inicio, o tal vez, su final.
¿Acaso los dos polos de todo objeto, incluyendo especies
animadas e inanimadas, no son llamadas así de manera arbitraria?
Se dice que la pelota es el único objeto sin
principio ni final, pero en realidad, nada lo tiene.
Todo es infinito. Arriba puede ser abajo, y la izquierda,
algunas veces actúa como derecha.
En el centenario Palacio de la Alhambra, en Granada, España,
un poema en una de las paredes pone:
“El occidente cree que nosotros somos el oriente”.
La ambigüedad del derecho y revés de las cosas,
del arriba y del abajo, del dentro y fuera,
queda así atestiguado.
Observa pues, el caracol, su punta norte.
Llámese la de arriba, o si se gusta, la derecha o la izquierda, da igual.
De todas maneras, él no sabe que atrás de tal extremo,
inaccesible a sus ojos, existe lo que pudiera ser una estrella de mar,
aunque con seis picos, no cinco como corresponde a una auténtica estrella marina.
Pero está grabada en el reverso de un espejo,
lado del que podríamos decir, es su anverso,
entonces podemos permitirle a esa estrella
que ostente seis picos en lugar de los cinco
consabidos.
La estrella mencionada es inalcanzable a los ojos del caracol
quien se siente solo y triste.
Pero cuando alza los ojos,
observa que hay otro ser de su misma especie observándolo,
desde lo que podría llamarse, desde su posición, en lo alto o arriba.
Claro que este arriba, por las razones expuestas,
puede también ser un abajo, izquierda, a un lado, o lo que fuere.
Todo es cosa de esforzarse y querer saber cuál es el punto de referencia.
En tal circunstancia, ya nuestro protagonista, el caracol,
ha dejado de sentirse sólo e intuye que son tres,
pues tiene una vaga idea de que aquellos a quienes observa,
se parecen a él, pero no lo son.
De manera que ahora tenemos dos caracoles
y una digna estrella de mar,
inalcanzable e invisible para ellos.