Lilia Ramírez. Acaso es silencio

 

Lilia Ramírez. Orizaba, Veracruz, México. Poeta y ensayista, viajera incansable y estudiosa de los poemas. Ha escrito catorce libros de poesía y cuatro de narrativa. Ha sido premiada en diversas ocasiones en ambos géneros. Fue jurado de los Juegos Florales Hispanoamericanos de la ciudad de Quetzaltenango, Guatemala, en 2022. Ha asistido a Encuentros dentro y fuera del país, y parte de su obra ha sido traducida al ruso. Fue publicada en la emisión 2162 de Un poema al día para que quienes puedan se le pongan encima y lo atesoren en la memoria, proyecto del laureado Maestro Felipe Garrido. Actualmente toma taller con la poeta colombiana Fadir Delgado. Recibió un Reconocimiento como escritora distinguida por el H. Ayuntamiento de Veracruz, 2023.

Del Poemario inédito. Ejercicios del Taller de Poesía que dirige Daniel Mir. PARTE I DE UN AZUL INCONTROLABLE.

ACASO ES SILENCIO

 

Tal vez seremos siempre lo que no fuimos

nunca:

una ola muriendo,

un espantapájaros ignorado por los cuervos,

un campo de fresas bajo el cobijo del sol

o tal vez nunca seremos lo que hemos sido

siempre:

los signos del zodiaco

—imposibles de mirar en un día de lluvia—,

la magnitud del imán terrestre,

las hormigas cortadoras de hojas,

la fiereza del cazador,

el tumulto en un estadio.

 

Porque haber sido o no haber sido

es un camino que regresa siempre

al mismo punto de partida

marchando por el sendero de la congoja

donde la última gota cierra sus alas

y un ventarrón arranca de raíz los

sufrimientos.

 

Pienso el silencio como una oscura tela

donde las aves van pintando su canto

y el sol crece la tarde cuando desciende

en su charco de sangre.

 

El silencio es el lago mismo,

ese que me envuelve con su verde abrigo

donde los patos emergen

desde un triángulo que se desplaza

en la superficie de la equidad.

 

Cuando las hojas caen, no importa si es otoño

o invierno o la impiedad de los perros

bajo el mismo árbol,

el silencio pinta todo de gris,

desde la cordillera baja su eco

y las codornices revuelan

en sus nidos de cemento.

 

Una serpiente enmarca el sendero,

pasar junto a ella apresura mi andar.

 

Otros perros rompen el lienzo

cada uno atisba su rostro

como si se viera en la distancia

la mirada que no es mirada

acaso es silencio.