José Antonio López Sosa
La semana pasada hice un recorrido en la alcaldía Milpa Alta para nuestro programa de radio y televisión en Grupo Fórmula, la experiencia sin lugar a dudas es única, tener a pocos kilómetros de la Ciudad de México un entorno rural, donde los espacios abiertos, la gastronomía y la historia de la cuenca lacustre se deja ver por doquier, pueblos con usos y costumbres, mayordomías y sobre todo, con un sabor a provincia mexicana sin salir de la capital del país.
Como en otros sitios de la república, la tristeza es encontrar tantas carencias desde el punto de vista turístico, cosas que se han pasado por alto durante décadas y que no han permitido que se detone un turismo rural como el que se nos presumió desde la secretaría de turismo federal.
El más grave de los inconvenientes: en Milpa Alta no está permitido tener hoteles, no me refiero a construir un complejo, ni siquiera convertir una casona en un Hotel Boutique, porque la burocracia, el proceso ejidal y la legislación siguen inherentes al siglo XIX y no hay posibilidad de darle al visitante, la opción de hospedarse dentro de la alcaldía en alguno de sus pueblos originarios.
Milpa Alta no tiene más que una carretera federal (la 113) que la conecta con la Ciudad de México, en este caso con Xochimilco, siendo esta carretera una avenida plagada de topes y semáforos que hacen lento y tedioso el camino hasta la Villa de Milpa Alta desde el centro de la Ciudad.
En Milpa Alta no hay capacitación turística para quienes han emprendido o tratado de hacer un producto turístico, en otras palabras, no hay un producto turístico bien estructurado en Milpa Alta, hay muchos esfuerzos de empresarios y gente de la localidad, pero con la carencia técnica de detectar, estudiar, implementar y promocionar un verdadero producto turístico que pudiera garantizarles un turismo creciente a una escala pequeña que deje una derrama importante a la alcaldía.
No se trata de crear un producto elitista, lo puede haber para los distintos segmentos de mercado, sin volverlo masivo pero sí respetuoso del entorno, hace falta dejar de ver La Feria del Mole de Atocpan como producto turístico estrella, hay muchas otras alternativas que se pueden desarrollar con financiamiento público-privado, con modificaciones adecuadas a la legislación y con la voluntad política tanto de autoridades locales como centrales de la Ciudad de México.
Es verdaderamente un desperdicio lo que se tiene en Milpa Alta con relación a la demanda que existen por esos productos en la Ciudad de México y en el país en general. Ejemplos de éxito hay muchos alrededor del mundo: el turismo rural en España, los apoyos a reservas naturales e indígenas en los Estados Unidos, el turismo rural en Colombia, en fin, falta voluntad y capacitación.