La popularidad no se compra en OXXO

El estilo de los gobernantes facilita o entorpece su responsabilidad

Xavier Gutiérrez

Sin duda fue un golpe de audacia del presidente López Obrador la creación del ejercicio informativo llamado “mañaneras”. Es una mezcla de conferencia de prensa, ventilación de hechos, muralla defensiva o ariete de ataque.

Antes, en el viejo priato no había este ejercicio. En el sexenio inmediato anterior, el de Peña Nieto, se vio justamente lo contrario. Un mandatario semi mudo, con un enorme temor hacia los medios, limitado en su expresión y repelente a las entrevistas abiertas.  Dio contadas conferencias de prensa en todo su sexenio.

Claudia Sheinbaum emplea un estilo más personal, abierta a las entrevistas, aunque cautelosa, medida, precisa las más de las veces en sus expresiones. Es estudiosa y aplicada en sus tareas. Mide el terreno, precisa los términos, respeta el guion.  Tampoco es un maniquí tieso, frío.

Usa bien la sonrisa, el gesto amable y cordial, jovial, y evita a toda costa el lenguaje de riña u hostilidad. La ironía, a veces, muy pocas. Y no le va muy bien.

Desde luego, es el carácter individual, la personalidad intrínseca del sujeto y su estilo, lo que le imprime una especie de imán a los hombres públicos en este tipo de ventanas hacia la sociedad.

Andrés Manuel tenía un carisma singular. Algo de esto tuvo en determinadas situaciones López Portillo, un hombre de múltiples yerros, pero indudablemente culto, con un manejo del idioma magnífico.

Recuerdo a don José pronunciando una conferencia titulada “La Norma Constitucional”, en la Palafoxiana, durante una hora, sin consultar un solo apunte. El público silente, como imantado, siguiendo atentísimo la elocuente intervención del presidente.

Andrés dejó la vara muy alta, particularmente por su estilo risueño, frontal, ingenioso echado para adelante siempre. Esto requiere una sensibilidad excepcional, experiencia en el ambiente abierto. Él tuvo como escuela sus recorridos y conocimiento del país, como ningún mandatario. Conocía la sensibilidad e idiosincrasia del mexicano, su lenguaje verbal y corporal.

Conectaba a la perfección.

Conocimiento da seguridad y solvencia.

La presidenta Sheinbaum va marcando su estilo poco a poco. Nada fácil por la lógica comparación con su antecesor en el imaginario colectivo. Pero esa personalidad suya mostrada empujada por las circunstancias del conflicto frontal con el gobernante estadounidense, la ha puesto en un escenario sumamente difícil y no da señales de inseguridad ni temor, sino al contrario.

Hay que subrayar que treparse a ese foro que son las mañaneras es todo un reto. Ese tipo de comparecencias no es apto para timoratos o pusilánimes. Reclama disciplina, información, sistematización del aprendizaje y conocimiento y trabajo, mucho trabajo. Por supuesto, voluntad de aprendizaje.

No estando en sus zapatos cualquiera da lecciones. Desde la barrera o enfrente todos son maestros de la comunicación, cualquier pelafustán da lecciones o corrige a un presidente o gobernador desde la comodidad de una mesa de café o la “sapiencia” de una columna periodística.

El reto, el enorme reto es hacerlo. Y practicarlo todos los días de manera sistemática. Con millones de ojos en el televisor y las redes, y los exámenes permanentes que son las encuestas.

Me decía una vez un experimentado dueño de restaurante: “La propina se trabaja”, parafraseando a zapata por aquello de “la tierra es de quien la trabaja…”

La popularidad de la presidenta, que la semana pasada rondó el ochenta por ciento… también se trabaja. No cae del cielo ni se vende en el Oxxo de la esquina.

En ese papel escénico que se exige a los representantes populares, hay otros elementos que son de suma importancia para construir y alimentar el carisma: el temple y la moderación, por un lado, y por el otro la modestia y el sentido del humor. Esto último desde luego no es requisito para un líder, pero… ¡cómo cuenta y cómo suma para quien lo tiene y lo cultiva!

El humorismo bien entendido, no en su versión populachera de ser chistoso, requiere cultura, inteligencia y agudeza. Los dirigentes que no tienen esto lo adquieren con ejercicio y empeño. Y otra vez, con disciplina.

En Puebla tuvimos dos casos de gobernadores chistosos, sí, de chistoretes corrientes, con un sentido del humor vulgar, corriente y a veces hasta cantinero, por lo bajuno, soez y vacuo: Mariano Piña Olaya y Miguel Ángel Barbosa. Prueba de ello es que en parte por eso se les recuerda, no por la huella de sus obras o acciones.

A personajes así, el pueblo que anónimamente escribe la historia bien pronto les da su lugar, en un arrumbado sitio del área de desechos.

 

“TE LO DIGO JUAN… para que lo escuches Pedro”, ¡regresa a la televisión! Nos vemos este martes por el Canal 26 de SICOM de siete a ocho de la noche para sostener una sabrosa conversación sobre mil temas en torno al idioma español.

La popularidad no se compra en OXXO

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