Jorge Marcelino alejo
En junio pasado el Instituto Mexicano para la Competitividad –IMCO- presentó el Índice de Competitividad Estatal 2020. Ahí muestra que 16 de 32 estados del país, quedaron en el “Muro de la Vergüenza” por su limitada capacidad para generar, atraer y retener talento e inversión. No son capaces para competir en el renglón económico y menos en sectores de alto valor agregado, conocimiento y tecnología de punta.
Y si de competitividad hacemos memoria, recordemos que las pequeñas y medianas empresas, fueron las grandes perdedoras precisamente por no ser competitivas, en el primer Tratado de Libre Comercio con América del Norte –TLCAN-. Miles no dieron la batalla ante productos y empresas extranjeras. Nunca alcanzaron índices de competitividad exigidos, y aunque se decía que crecerían y aumentarían valor agregado a su producción con materias primas locales, desde el TLCAN de los años noventa, la queja fue que las dejaron solas.
En este 2020 un reducido porcentaje de ellas, puede contar historias de éxito en su incursión en el comercio exterior.
Ahora bien, con el inicio del nuevo T-MEC, se antoja un panorama diferente. Y habría que confiar en que así es, pues trascienden coincidencias de los presidentes de Estados Unidos y México, Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador, que además se dicen amigos y destacan que el nuevo tratado comercial traerá mejores salarios para la mano de obra. Insisten también, en fortalecer cadenas de producción y ampliar el valor agregado local en la producción enfocada a la exportación.
Pero la realidad es otra, esa perspectiva que pareciera rico filón a explotar por las PYMES, no es tan halagüeña precisamente por falta de competitividad que apenas midió el IMCO, donde se interpreta, que prácticamente la mitad del país está en desventaja, como si arrastrara la amarga experiencia de aquel primer tratado comercial, que dejó a miles de empresas en el camino.
Lo único que ofrece el T-MEC, es que puede medir la osadía de las pequeñas y medianas empresas para entrar al comercio exterior. Es decir, si se atreven, encontrarán espacios que antes no lograron por falta de competitividad. Pero tendrán que hacerlo con sus propias uñas sin esperar ayudas mágicas, y menos del gobierno en sus tres niveles, pues les argumentarán que no hay recursos por la crisis económica que deja el Covid19.
Las pequeñas y medianas empresas tienen que desafiar al T-MEC, porque lo más triste que les puede pasar, además de la falta de competitividad, es que vuelvan a dejarlas solas.
M E M O R A N D U M
MIGRANTES
Es conmovedor que dolientes reciban cenizas de sus seres queridos, que muchos años atrás emigraron para buscar el sustento en varias ciudades de Norte América. Tal vez expiraron con el pensamiento puesto en sus familias y su terruño. La desgraciada pandemia les arrebató la vida y regresan convertidos en polvo. Duele más cuando el cónsul Jorge Islas López, refiere que aun cuando siempre trabajaron incluso en la contingencia, los fallecidos no tenían servicio médico.
Hasta ahora se citan 105 poblanos que murieron únicamente en Nueva York, pero es incierto el devenir porque el Covid19 todavía no termina, como tampoco termina la migración de paisanos que no tienen trabajo para ganarse la vida en suelo mexicano.
Esa disculpa que les externó el gobernador Miguel Barbosa -a cenizas de migrantes- a nombre del Gobierno de Puebla, por la falta de oportunidades para que se quedarán en su tierra, tendrá que traducirse en real estrategia generadora de empleo. Al menos, en los 45 municipios que los infortunados abandonaron hace tiempo y donde ahora quedan familias desoladas.