P U L S O P O L I T I C O
Gabriel Sánchez Andraca
La oposición derechista al gobierno de la llamada 4-T, de Andrés Manuel López Obrador, anda totalmente desubicada. Es una oposición mediática que pretende hacer mucho ruido y lo único que logra es hacer el ridículo.
El cardenal y arzobispo emérito de Guadalajara, don Juan Sandoval Iñiguez, líder de la ultraderecha católica, en un artículo de su autoría, publicado en el Semanario Arquidiocesano de Guadalajara y cuyo título es “El comunismo que viene para México”, pone en alerta, como si estuviéramos en los años sesenta, a la grey católica, contra “las intenciones” del Presidente de México, de llevarnos al comunismo y casi hace un llamado a una nueva guerra cristera: “Voy ha hablar con claridad, dice, del socialismo que se está fraguando para nuestro país. Y los cristianos nos vemos pasivos ante esta tendencia del gobierno actual”.
El señor cardenal y arzobispo emérito, ¿quiere una rebelión como la cristera de los años veinte del siglo pasado, que ensangrentó la zona del Bajío, especialmente a Jalisco y Guanajuato contra los gobiernos de Calles y Obregón?.
Tal parece que ignora que el “comunismo” como sistema de gobierno, ya no existe en el mundo: La Unión Soviética desapareció en los años noventa, después de la caída del muro de Berlín. En China hay un gobierno entre socialista y capitalista y en Cuba, al caer el socialismo o comunismo en las potencias europea y asiática, que le daban cobijo contra Estados Unidos, lo que está anhelando es llegue a la potencia norteamericana un gobierno inteligente que levante el bloqueo comercial que le impuso desde hace 60 años.
Pero así como el señor cardenal y arzobispo emérito anda fuera de la realidad, también lo están los gobernadores de nueve estados de México, que “exigen” una reunión con el presidente López Obrador, para establecer una política común para enfrentar los problemas de la pandemia y de la rehabilitación económica. Acusan al presidente mexicano, de no atender democráticamente a los mandatarios de los estados.
Los dos presidentes de la república surgidos del PAN o alguno de los presidentes priístas de los últimos 30 años, ¿realizó reuniones con pequeños grupos de gobernadores que buscaran reflectores de la publicidad escandaloza para hacerse pasar ante los electores, que dentro de un año habrán de votar por nuevos diputados federales y locales, por nuevos gobernadores en 15 estados y por más de 2 mil ayuntamientos, como muy democráticos, y muy machos, al exigir al presidente que los reciba o se atenga a las consecuencias? Porque esa parece ser la intención.
LOS GRUPOS OPOSITORES ANDAN totalmente fuera de la realidad, el duro combate a la corrupción de este gobierno, parece que ha trastornado a sus líderes que no atinan a realizar una oposición seria, creíble, respetuosa. Los opositores no hacen política, hacen politiquería.
EL gobernador de Puebla, Miguel Barbosa Huerta, por el contrario, hizo ayer un nuevo llamado a la unidad y convoca a los 9 gobernadores que exigen una reunión con el presidente López Obrador, a actuar con seriedad. Apoyó el trabajo del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatel, firmando que su actuación ha sido muy seria, muy profesional.
La forma en que se está actuando en México, para contener la pandemia del coronavirus, ha sido muy profesional y seria. En todo el mundo, en los países altamente desarrollados de Europa y de Asia, hay dudas, desorientación y confusión. La enfermedad es un fenómeno desconocido en todas partes y hasta en los países más avanzados, como Inglaterra, Alemania, Francia e Italia y España, que ocasionado trastornos sociales y no se diga económicos. El pasado fin de semana, miles de personas se reunieron frente a la puerta de Brandemburgo, en Berlín, para protestar por las medidas restrictivas adoptadas por su gobierno, para frenar el resurgimiento de la pandemia; antes en Francia y en Italia, cientos de trabajadores de la salud (médicos, enfermeras, camilleros, etc.) exigieron a sus gobiernos equipos de protección, porque no contaban con eso. Y es que nadie estaba preparado afrontar un problema de la magnitud del que estamos viviendo.