Se trata de una impresionante victoria la de Morena y aliados en el pasado proceso electoral. En la presidencial, Claudia Sheinbaum se impuso dos a uno a Xóchitl Gálvez. La morenista ganó en todos los estados salvo Aguascalientes. En el Congreso, el oficialismo consiguió la mayoría calificada de dos terceras partes en la Cámara de Diputados y prácticamente lo mismo en el Senado. En las nueve gubernaturas en juego se llevó siete, incluyendo la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y Puebla.
Con lo anterior, podemos decir que se hizo realidad el plan C de AMLO. ¿A qué se debe este tsunami guinda? Más allá de lo obvio, es decir, la intervención desmedida de los gobiernos de Morena para apoyar a sus candidatos, lo que se ha denominado como una “elección de Estado”, hay otros elementos que explican la avalancha electoral. Debemos entenderlos a cabalidad. Ya tendremos más evidencia empírica para comprobarlo en las próximas semanas, pero, mientras tanto, hay algunas hipótesis.
Una de ellas es, evidentemente, los programas sociales. Y es que, no es gratuito que uno de los temas centrales de la disputa electoral, quizá el más importante, haya sido el de los exitosos programas en que el gobierno federal entrega dinero en efectivo a ciertas poblaciones desfavorecidas. Estos, han sido muy populares para una sociedad que históricamente recibe malos servicios gubernamentales y ahora, por fin, les han entregado un dinero nada despreciable para su economía familiar.
Es una realidad que el gobierno de AMLO podrá ser muy malo para muchas cosas, pero es buenísimo para repartir efectivo y procurar que esos apoyos se conviertan en votos. Pagados por el erario, existe un ejército de “servidores de la nación” cuya labor consiste en machacarle a la gente que los programas se los deben a López Obrador y a Morena.
En otras palabras, el éxito en las urnas se explicaría por una eficaz operación de clientelismo electoral.
Otro de los elementos esenciales, fue el aumento en el salario mínimo y las reformas laborales hicieron que mejorara la calidad de vida de la clase trabajadora, algo que no había ocurrido en lustros en nuestro país.
A su vez, el presidente López Obrador ha construido una narrativa muy poderosa que le ha dado identidad y orgullo a muchos de sus votantes. Él, a diferencia de sus antecesores, trabaja a favor de los más pobres. Se levanta temprano, es austero, entiende al pueblo y habla como ellos. Si no le salen las cosas es por culpa de sus adversarios, quienes son gente mala, conservadora, cuyo Dios es el dinero.
Esta narrativa es fácil de entender y compartir. Hay muchos mexicanos que tienden a victimizarse. No son ellos responsables de sus fracasos; fuerzas adversas conspiran en su contra. Por fin un Presidente los comprende y habla su mismo idioma.
Muchos pensábamos que se vislumbraba una oposición potente con tres partidos (PAN, PRI, PRD), varias organizaciones sociales con capacidad de movilización social, miles de ciudadanos dispuestos a protestar en las calles y millones de votantes.
Sin embargo, la oposición resultó más bien flaquita. 15.6 millones de personas votaron por Xóchitl versus 33 millones por Claudia. Es una diferencia enorme. Pero, además, los tres partidos del pasado resultaron más un pasivo que un activo. La mala imagen del PAN y la pésima del PRI alejó a muchos votantes a sufragar por la oposición.
Ciertamente, Gálvez era la mejor candidata para la oposición. Sin embargo, su campaña tardó mucho tiempo en arrancar. Xóchitl perdió una oportunidad de oro en el primer debate presidencial. A lo largo de los meses, su mensaje fue inconsistente y difuso. Nunca pudo quitarse de encima la lápida de la mala imagen de los partidos que la lanzaban. Luchó contra viento y marea, pero no avanzó.
El otro lado de la moneda. Extremadamente disciplinada, Sheinbaum cuidó su ventaja sin cometer errores. Es un gran logro de la candidata quien, además, mantuvo unido a Morena y apoyó campañas locales que estaban pasado problemas, como las de Veracruz y la Ciudad de México.
Finalmente, la existencia de una “tercera opción” dividió el voto opositor. Movimiento Ciudadano se llevó, al final, casi seis millones de votos equivalentes al 10.4 por ciento. Implícita o explícitamente, esto benefició a Morena, que siempre trató de fragmentar la alianza opositora. La vieja recomendación de “divide y vencerás”. Dante Delgado y sus muchachos le hicieron un gran favor a López Obrador y sus muchachos.