José Antonio López Sosa
Cuando creíamos que el debate de la guerra fría con relación al capitalismo y socialismo había culminado con la caída de la Unión Soviética en 1990, la sociedad especialmente Latinoamericana ha revivido este capítulo de la historia de forma anacrónica, en algunos casos en específico, provocando una involución del pensamiento político y económico de la izquierda contemporánea y global.
El comunismo mostró su inviabilidad a lo largo de las décadas, un experimento teórico y retórico que no pudo concretarse en la realidad por diversos factores inherentes a la naturaleza del ser humano. Tan inviable es que los sitemas que prevalecen bajo ese esquema, como son Cuba y Corea del Norte, se transformaron en capitalismo de estado.
El socialismo se convirtió en una alternativa integrada al sistema capitalista, donde sus diferencias no radican en prohibir la propiedad privada o controlar los medios de producción, sino percibir a las personas como ciudadanos y no como consumidores, contrario al dogma capitalista.
En América tenemos tres ejemplos claros de regímenes emanados de la izquierda que se convirtieron en dictaduras alejadas de los preceptos sociales: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Es claro que esos tres gobiernos no representan ni aquilatan los principios de las izquierdas globales, se trata de gobiernos que llegaron por mecanismos democráticos y que despúes, acabaron con ellos para perpetuarse en el poder.
Esa mala prensa de la izquierda es la base para denostar a cualquier gobierno con esa condición ideológica. En el caso de México, ganó la izquierda con López Obrador, sin embargo, su pensamiento conservador disfrazado de liberal, manda señales confusas con relación al pensamiento político y económico de su gobierno.
Ahora bien, la izquierda sigue ganando espacios en América, el caso de Perú, Bolivia y Chile. Los tres gobiernos tienen el reto de hacer de la izquierda un sistema de gobierno eficiente y moderno. Quienes piensan que cualquier triunfo de la izquierda significa convertirse en Venezuela o Cuba, tienen una visión obtusa de la política, con el pobre argumento –en el caso venezolano– de «ya vivimos ese proceso».
Ahí está el reto para estos gobiernos entrantes de izquierda, por algo la gente no votó por otras opciones en estos países (México incluído), pensar en el ciudadano y no en el consumidor, no estigmatizar la riqueza bien habida y lo más importante, sanar la polarización en la que estamos todos inmersos.