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Zócalo de Puebla
La fundación de Puebla
Por: Atilio Alberto Peralta Merino
Toribio de Benavente consigna en “Moribus Indorum” la homilía celebrada el 16 de abril de 1531 con motivo de la primera fundación de la Ciudad de Los Ángeles, aun cuando Fray, Juan de Torquemada consultor de primera mano de la obra citada del fraile “Motolinía” se señala como fecha el 16 de abril pero de 1530.
Poco se sabe respecto las circunstancias de dicha fundación, dado que en los archivos constan las actas de cabildo a partir de la segunda fundación, llevada a cabo el 29 de septiembre de 1532, y lo que sabemos de aquella, respecto de la participación de Alonso “Partidor” como encargado de delimitar los solares y de levantar los planos de la localidad del que no queda constancia, lo sabemos en virtud de una “declaración ad perpetuam”, tramitada cerca de noventa años después y en la que el solicitante de la misma, se vio obligado a reconstruir los hechos del momento a efecto de que el predio que había sido de su abuelo, fundador de la ciudad, quedara en beneficio del promovente.
En las primeras actas de cabildo de las que quedan constancia, encuéntrase la crónica concerniente a la procesión llevada a cabo en honor de San Miguel Arcángel, presidida por Alonso de Helgueta, uno de los primeros dos alcaldes de la ciudad ( el mando político se estatuía a favor de dos individuos a la manera de como sucedía con los pretores en la Roma Clásica); siendo, precisamente, el 29 de septiembre, la fecha en la que los vecinos conmemoraban la fundación de Puebla.
Crónica que, en mucho recuerda a la que hiciera Francisco Cervantes de Salazar concerniente a las actos llevados a cabo lustros después en la Ciudad de México con motivo del deceso del Emperador Carlos V, a quién, por lo demás, se le concedió la gracia de ver en vida su propio funeral, en nuestras latitudes , describe Cervantes de Salazar, se levanto con madera un enorme “Túmulo Imperial” en honor del monarca, titular del Sacro Imperio Romano-Germánico y de la Monarquía Universal Española, visitado por las procesiones provenientes de todas las latitudes de la Nueva España, en tanto se escuchaba en el lugar la música compuesta por Cristóbal de Morales.
Hasta donde un lego de temas musicales como un servidor puede alcanzar a deliberar, la composición de Morales, aun con acompañamiento, parece muy cercana a las composiciones monocordes que fueros propias de los “cantos gregorianos” a partir de que el monje Guido de Arezzo desarrollara la escritura pentagrámica 500 años atrás, muy distante, a las composiciones que, ya como compositor de capilla de la Catedral de Puebla, compusiera un siglo después Juan Gutiérrez de Padilla, en la que luce en todo su esplendor la polifonía que ya imperaba en Europa a partir de la “Misa” de Palestrina y “El Orfeo” de Monteverdi.
La primera fundación de Puebla fue precedida en 1529 por el martirio de los niños Antonio, nieto del legendario aliado de cortés Xicoténcatl, y por ende sobrino de Pedro de Alvarado y de su paje Juan, quién siendo educados en la fe por los franciscanos comandados por Fray Martín de Valencia en Tlaxcala, acompañaron al dominico Bernardino de Minaya en su camino al obispado de Oaxaca, hasta que, en su celo devocional contra la idolatría, enfrentaron a los adoradores de ídolos en Cuahtinchan, encontrando como reacción las “palmas del martirio”, en plena concordancia con el espíritu que se transmitiría algunos años después en la composición funerario de Cristóbal de Morales.
El nombre del fraile dominico, no deja de resultar significativo, ciertamente, alude a un población en la península, pero sobre todo a la persona del célebre alférez de “El Cid” campeador, enamorado galante de la esposa de éste “doña Jimena”, caracterizado en la versión de Holywood por Raf Vallone, y no tan caballeresco en la observancia de la reglas del “amor cortés”, según la pieza teatral de Antonio Gala “anillos para una dama”.
En 1527 , otro niño educado por los franciscanos en Tlaxcala, curiosamente también de nombre Cristóbal, fue sacrificado por su propio padre, el cacique, bautizado al parecer de manera simulada de nombre Axcotécatl, en un incidente previo, los niños en conjunto habían lapidado a un sacerdote de “Ometéotl” , dios del pulque, que se había caracterizado como la referida deidad por considerarle un demonio, según refieren tanto Juan de Torquemada como el oidor de la Real audiencia Alonso de Zorita.
El oidor Zorita, lejos de lo que pudiera pensarse no exalta la inflamada devoción de aquellos niños , sino que, muy por el contrario, lanza acervas críticas al hecho con una perspectiva secularizante que podría muy bien encuadrar con una visión de nuestros días, después de todo, la monocordia que se aprecia en la composición de Cristóbal de Morales no guarda per concordancia con una educación infantil que, pese a la elevación a los altares declarada en Roma en décadas recientes de sus recipiendarios , no deja de hacernos pensar en la “guardia roja de Mao” durante los días más álgidos de la “Revolución Cultural”, o en las “juventudes hitlerianas” , o más acorde con los sucesos que corrían en aquel momento , con los niños seguidores del monje Savonarola en Florencia, aún cuando, claro está, éstos no han sido elevados a los altares ya que su enjundia se dirigía contra el mismo papado y no contra núcleos de poder que pretendían ser desplazados mediante una enorme transformación cultural, en la que, la fundación de Puebla habría de enmarcarse a cabalidad.
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