Por: Atilio Alberto Peralta Merino
Resulta por demás interesante charlar con pobladores de viejo raigambre del poblado de Santa María Acuexcomac, particularmente cuando relatan que ellos vivieron treinta años atrás en medio de los intrincados laberintos de un proceso penal.
Les resulta extraño que la prensa publique sobre sucesos acaecidos en el mes de julio del aciago año de 1994, relacionados con la extracción del agua almacenada en el manantial que la naturaleza les había obsequiado, dado que el documento que se suscribiera con el cabildo auxiliar para tales efectos por parte de las autoridades locales y federales no está fechado sino hasta el siete de noviembre de aquel año, sin que acuda a su memoria suceso alguno correspondiente al mes de julio.
Muestran incluso un grado extremo sorpresa al percatarse de que, el señor Fortino, hubiere estado presente treinta años atrás como instigador de los sucesos que derivaron en las persecuciones policiales de las que fueron víctimas, y de que, a la fecha, se presente nuevamente a manifestar entre ellos, que se encuentra arrepentido de haber autorizado la extracción del líquido en aquel lejano ayer.
El caudal del manantial, hoy extinto, se nutría en otro tiempo de los escurrimientos que se desprendías de las cumbres nevadas del majestuoso volcán que fuera loado armoniosamente en su leyenda por el poeta peruano José Santos Chocano, escurrimientos que formaban en otro tiempo una cascada y un río del que se nutría un ahuehuete milenario, y que pueden contemplarse gracias a la filmación que hiciera el cineasta Alfredo B. Crevena en la película “Talpa”, inspirada en el relato homónimo de Juan Rulfo y que encontró en Acuexcomac la locación pertinente para enmarcar las caracterizaciones que llevaran a cabo Lilia Prado, Jaime Fernández y Víctor Manuel Mendoza.
No hay hoy un “arrollo a cuya orilla crezca un sauce-o un ahuehuete , en el caso- que imite en el cristal sus blancas hojas”, y nadie hay que llegue hasta el lugar “con magníficas guirnaldas de ortigas, margaritas y azucenas”; nadie por supuesto, que al menos corresponda al personal de la instancia encargada de gestionar la extracción de agua que, por lo demás, se ve actualmente constreñida a dar respuesta a reclamaciones legales, en tanto que, al parecer, prefiere concitar acuerdos oscuros con facinerosos que intenten conducir a la población, como lo habrían hecho ya en el pasado, a expresiones de descontento expresadas al margen de las disposiciones legales en vigor.
Durante su estancia en nuestro país, el célebre juez Giovani Falcone pronunció una serie de conferencias en el auditorio “México” de la entonces Procuraduría General de la República, en la que advertía sobre la relación de la mafia con las obras de ingeniería hidráulica que se llevaron a cabo en la Sicilia de la posguerra, así como de sus conexiones con diversos medios de prensa para lavar la imagen de su actuación, referencia que bien vale la pena recordarlo ante el reciente atentado que cobrara la vida del otrora responsable del organismo encargado de la gestión del agua en la ciudad de Teziutlán.
“Un sauce de cristal, un chopo de agua”, comienza el inmortal poema de Octavio Paz, en el que la suma de los versos que lo componen iguala al número total de escalones con los que cuenta la Pirámide del Sol de Teotihuacan, se requiere , no cabe duda, estar dotado de un refinado espíritu para desplegar en la vida un estratagema, equiparable a lo que en el ajedrez se llama un “gambito”.
Puede ofrecerse el cumplimiento de un mandato de ley mientras se prepara una publicación imbuido del misterioso “juego de los espejos” para poder hacer “caravana con sombrero ajeno” ante altas autoridades muy al estilo Rivero Terrazas, Alfonso Vélez, Aurelio Fernández y demás sucedáneos; en ocasiones, no obstante, quién no reviste de tales cualidades caen en la trampa que ellos mismos preparan, tal y como acontece cuando se para sus enredos de sujetos reconocidos en el dudoso “ arte” de enviar al matadero a quienes en alguna otra ocasión le han seguido.
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