José Román Valenzuela Vázquez. El silencio del sacrificio

 

José Román Valenzuela Vázquez. Desde su infancia, la música ha sido su refugio. Su padre le enseñó a tocar la guitarra a los 7 años, y desde entonces, las cuerdas han sido su confidente más fiel. Durante la escuela, se sumergió en actividades artísticas, y en el Tecnológico de Veracruz, aprendió aún más sobre armonía y composición.

La necesidad de expresarse le llevó a crear canciones y, más recientemente, a escribir reflexiones, poesía y prosa. No pretende enseñar, pero como dijo Sócrates: “No puedo enseñar nada a nadie. Sólo puedo hacerles pensar”. Así que aquí está, componiendo su propia sinfonía de vida y esperando inspirar a otros a encontrar su melodía interior.

 

El silencio del sacrificio

 

Un padre lleno de sueños y manos marcadas por el rigor del trabajo, dedicó cada latido de su corazón a sus hijos. Desde el amanecer hasta el anochecer, trabajaba sin descanso, sus manos atestiguaban calladamente su amor incondicional. Les dio todo lo que tenía, construyendo castillos de esperanza con ladrillos de sacrificio, esperando que sus hijos crecieran con alas fuertes para volar alto.

 

Sin embargo; el destino, caprichoso y cruel, todo le arrebató. La pobreza se instaló en su hogar como un huésped no invitado, y las risas de sus hijos se convirtieron en reproches. -¿Dónde están las cosas que nos prometiste?, -le preguntaban con ojos llenos de desdén. -Nunca hiciste nada por nosotros-, -increpaban. sus palabras herían como dagas el corazón del anciano padre.

 

Con lágrimas silenciosas, miraba sus manos vacías. Recordaba los días en que esas mismas manos habían construido sueños, ahora rotos y esparcidos como polvo en el viento. Quería gritar, explicarles que su amor no se medía en cosas materiales, sino en cada sacrificio silencioso, en cada noche sin dormir, en cada lágrima escondida.

 

Pero el silencio era su única respuesta. Sabía que sus hijos no entenderían, no aún. Por causas de salud, decidió partir, vivir aparte, lejos de su hogar, para que sus hijos no le vieran sufrir, y su dolor, no les pudiera afectar. En la soledad de su pobreza, seguía amando a sus hijos con la misma intensidad, esperando que el tiempo les enseñara el verdadero valor de su sacrificio.

 

 

Esperaba que algún día, cuando la vida les mostrara sus propios desafíos, recordarían a su padre no por lo que les dio, sino por lo que sacrificó. Porque en el fondo de su corazón, sabía que el amor verdadero no necesita ser reconocido, sólo necesita ser dado, una y otra vez, sin esperar nada a cambio.

 

El amor verdadero y el sacrificio a menudo pasan desapercibidos al principio, pero su verdadero valor se revela con el tiempo. Estos actos de amor incondicional y sacrificio silencioso, son las columnas sobre las que se construyen las vidas de nuestros seres amados. Aunque no siempre se aprecien en el momento, dejan una marca personal imborrable que, con el tiempo, se convierte en el legado más preciado de un padre.

 

 

(Basada en la vida real).

Román Valenzuela.

27 de agosto de 2024.