Jorge Luis Guerrero Montero. Mi educación formal

 

Jorge Luis Guerrero Montero. Músico veracruzano; toca saxofón y violín. Él tiene un diagnóstico de discapacidad intelectual, esta condición no lo define, pero sí logros que ha obtenido.

Egresado de la Lic. En Educación Artística en la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV). Fundador del Grupo musical TOQUE NUEVO, conformado por niños y jóvenes con necesidades educativas especiales y discapacidad. Fundador del canal de Youtube IncluyeTv, donde fomenta la inclusión. Miembro de la Orquesta Inclusiva de Veracruz que dirige el maestro Chanito Castillo.

Se ha presentado como conferencista en diferentes escenarios. Participó como Presidente del Club León arte inclusivo por el Club de Leones de Veracruz. Es embajador en proyectos de Best Buddies y actualmente imparte clases de música a niños y jóvenes en coordinación con el H. Ayuntamiento de Veracruz. Autor del libro Despertar a la vida.

Mi educación formal

 

¿Cómo educar si no entendemos la discapacidad?

Tratar de enseñar álgebra a un niño de 6 años es como poner a un niño con inmadurez cerebral en un sistema de inmadurez educativa. No es imposible, pero sí muy, muy complicado y es que esa fue mi realidad. Como muchos niños ¨afortunados¨ que tenemos la posibilidad de entrar al círculo de la educación, pasé 4 años en preescolar para después poder iniciar la primaria y fue ahí donde quizá comenzó el reto.

Cada mañana asistía a una primaria regular y en las tardes a una escuela de educación especial, mi mamá siempre estuvo al pendiente de que mis maestros tuvieran la información adecuada para que me ayudaran con mi educación porque, si bien es cierto que se me dificulta mucho el aprendizaje, había métodos que facilitaban que adquiriera los conocimientos necesarios.

 

Fue en ese trayecto que tuve mi segundo encuentro con la música, mi materia favorita, mi manera de relajarme, de sentirme pleno y feliz. Participaba en el coro de la escuela, ahí aprendí las notas musicales y a tocar la flauta.

 

Claro, como cualquier niño también me encantaba tener amigos y cuando estás pequeño es más fácil relacionarse y creo que eso se debe a que somos como unas hojas en blanco, que no existe ningún patrón o malicia, que conforme crecemos vamos adquiriendo pequeñas cosas de lo que los adultos nos comparten.

Si bien es cierto que los deportes nunca han sido mi fuerte, disfrutaba salir a jugar futbol en el recreo o en la calle de mi casa con mis vecinos. Para mí que no era tan sencillo seguir indicaciones, imagínense como me iba en ese deporte, metía los goles en la portería equivocada y bueno eso generaba molestias en mis compañeros de equipo y burlas de los demás jugadores que yo no entendía del todo, pero tampoco era agradable. Eso hacía que ya no quisieran jugar conmigo, por suerte siempre tuve una mamá dispuesta a defenderme para que no me hiciera chiquito además de enseñarme a nunca rendirme.

 

La secundaria y bachillerato no fueron sencillos, la carga de materias me hacía sentir saturado de forma inevitable y comenzaron los conflictos un tanto desagradables en mi estancia estudiantil. Tengo un mal recuerdo de un profesor en la materia de inglés; el profesor un día me sacó de clases porque no entendía y no aprendía de la misma forma que mis compañeros, me dijo que era ¨burro¨ y que saliera del salón de clases, en ese momento me sentí muy mal y me hubiera gustado que los profesores y también mis compañeros se pusieran en mi lugar. Siento que hay una falta de educación y, sobre todo, de empatía y calidad humana que necesita urgentemente nuestra sociedad.

 

Como mi estadía en el bachillerato regular no estaba funcionando para mí, me transfirieron a un centro de atención para personas con discapacidad (CAED). Es una opción educativa llamada preparatoria abierta a través de estos centros y está dirigida a las personas con alguna discapacidad, ahí se reciben asesorías educativas y personalizadas, se realiza el bachillerato en la modalidad no escolarizada.

 

Recuerdo mi enojo y decepción por el cambio de sistema educativo, cuando llegué a este centro le hice un reclamo a mí mamá sobre porqué me estaba inscribiendo en esa es- cuela pues yo decía que yo no tenía discapacidad, pero que equivocado estaba. Ella con mucho amor me explicó que la discapacidad es una palabra que no ha sido bien empleada, que todos tenemos habilidades diversas y funcionamos de manera diferente y que a veces es necesario buscar otros medios para poder destacar lo que hay dentro de nosotros.

 

Déjenme decirles que esa escuela, donde estuve 6 años para concluir mi bachillerato fue mi mejor experiencia, encontré grandes personas y amigos maravillosos con las mismas inquietudes que yo, con gran sensibilidad y comprensión de la vida que me enseñaron que no es la discapacidad que afrontas, sino la forma que eliges vivirla, incluyendo a grandes maestros dispuestos a apoyarnos y enseñarnos, ahora los recuerdo siempre con mucho cariño.

 

Entender la discapacidad, cualquiera que sea, es necesario para que cada escuela y maestro pueda ayudarnos a progresar, es la diferencia entre volver la educación un trauma o una bendición.

 

Y claro que mi gran compañera en este trayecto de vida ha sido la música y mis padres que siempre trataron de fomentarla sabiendo que era algo importante para mí, para que lo desarrollara y creciera a la par con este don que me ha enseñado que los sueños pueden cumplirse y que con la música puedes tocar corazones.