Despedida a mis temores
No puedo dejar mis temores a un lado
ni arrancar las espinas de la piel.
Siendo hombre de muchos años
han quedado cardos.
Se pierden los tonos…
lenitivamente, a la vista,
el color de prendas íntimas;
los momentos fueron de gozo y dicha
en el pasado, hoy solo me hieren.
Poco a poco se han agotado mis sueños
el sol, el mar, hasta la escritura
sólo les pertenece a algunos.
Vivo… no de fotos amarillas
sino de una pila de papeles
que arrancaron vigilias al escribirlas.
Nadie puede decir que está hecho de una pieza,
ni el que muestra su dualismo al escribir.
Fue pésimo pensar superar el engaño
individualmente, sólo a mí me interesaba.
De nada sirve encontrar el yo,
ni ser libre de pensamiento.
Pienso que soy, inofensiva imagen,
cada vez más estorbosa.
Ahora tengo mi mar, mi río, mis nubes, su reflejo
¡Son mías nada más!
Cuando veo, frente al espejo, comienza
mi inventario… los que me hirieron,
los que me humillaron.
¡También los que lastimé y no perdonaron!,
Los que no escucharon.
¿Importa ahora si me perdono yo mismo?
Es un círculo vicioso… no concluye,
algo nuevo empieza para mí;
todos los días.
Mis cuerdas bucales que se han vuelto mudas.
Nombro todas las partes de tu cuerpo
se desvanece el sueño aquel,
pues, han pasado más de 30 años.
Como cristal roto, recuerdo mis ropas deshechas
mis manos lastimadas, el barro en las uñas,
lo arrebatado que fui.
No sé, si decirte que te quiero, sirva de algo.
Hoy me acompaña la soledad de la noche,
un cuerpo cansado por vergüenza o por indiferencia.
Ya no puedo saciar mi sed en tus poros,
los días se han vuelto caliginosos, llenos de hastío.
Ahora comprendo, todo se irá,
hasta las hojas quebradizas.
La protervia que me señalas,
no la encuentro en mi palabra.
Comprendo que no podemos
provocar latidos en nuestros corazones.
Todas mis imaginarias flores se secaron,
me dispongo llegar a mi manida.
Patearé las incendiadas piedras del camino,
comprenderé la finitud del Universo,
y si acaso adoré a alguien, esa, fuiste tú.
Cerraré la puerta a la polilla
para que no corrompa la zahúrda en
donde ahora viviré.
Cuando haya marchado a la lejanía,
sin rumbo, ni distancia.
Cerraré ventanas al miedo y recordaré el espacio,
los colores de nuestros cuerpos mozos.
Permitiré la entrada a quien me lleve a morar
a donde crujen y dialogan humanos… espectros.
Debajo de mortajas oxidadas,
esqueletos que poco saben de esa…
desconocida, ansiosa, breve;
¡Que es la vida!