A las madres
Una luciérnaga en el musgo brilla.
En la noche callada…
a un ser recuerdo.
Me enseñó a ver esperanza
en cualquier sitio,
sonriendo la encontraba.
Contemplo floridos senderos,
ella; ese ser de luz
me los mostró,
me dio estancia tranquila cuando niño.
Aunque el cielo se quedara sin su azul,
la flor sin su frescura y la aurora
sin su candor,
ella;
no perdía su entereza.
Dulce savia,
Extraje de su pecho moreno,
lleno de vida y juventud.
Hoy
el tiempo ha transcurrido,
la ceniza ha cubierto tu pelo,
la ilusión a tu alma niega,
aún das consuelo.
Pacíficas mi vida
preñada de temores y
dudas malsanas,
surge en mi pecho hondo cariño,
algo dejaste en mis entrañas
que no muere.
Nos encontraremos aquí,
o allá en el infinito
en lo insondable,
Una luciérnaga en el musgo brilla,
no sé cómo nace como brilla,
no sé cómo brilla
ni cómo termina lo que permanece,
no lo sabré jamás…
en esa inmensidad.
Gracias por tu fe bienhechora
Trajo a mi existencia de amargura,
eterno regocijo,
afán de vivir.
Mientras los arroyos borden
sueños en la orilla.
Cuando llegue el ocaso descolorido
a mí oscura morada,
quiero ser el primero en partir y
me des tu tibio resplandor de despedida
¡Madre mía!