Irvin Iván Vieyra Córdoba. No sé si llegué

 

Irvin Iván Vieyra Córdoba. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM. Sus campos de interés refieren en materia social, principalmente en recursos humanos, políticas públicas, derechos humanos, asistencia social, ética y perspectivas de género, por mencionar algunas.

Tiene algunos reconocimientos como: Mención honorífica (UNAM), Diplomas de colaboración (Instituto para el Desarrollo Humano y Lucha contra la Pobreza), Investigación para el Servicio Profesional de Carrera (FCPyS), Gobierno Digital (GobCDMX).

Sin lugar a duda, su mejor logro ha sido cuidar, educar y mantener, él solo, a cuatro adorables niños y todos son seres de bien. Aunque a veces roban la comida de la mesa, esconden los juguetes, ensucian mucho su ropa, destruyen las plantas del jardín y les encanta descolgar las cortinas, los muy mal agradecidos. Ah, y a veces ladran.

 

No sé si llegué

A Cuauhtémoc Merino,

por corregirme e invitarme una caguama

 

Nunca tomes decisiones al azar

sin tener en cuenta los posibles resultados

 

Iván Córdoba, 2024, compró tres huevos kínder y le salió el mismo muñeco.

En la actualidad hay un cúmulo de experiencias heredadas, en patrones de formación y desarrollo, placenteros en su acoger, truculentos en su imaginación y esperanzadores en su serendipia.

¿Cómo hemos llegado a ello? Realmente no importa.

Me gustaría pensar que crecemos conforme la manifestación etérea de un saber inmediato, pero algo que lastima, también enseña, y enseña bien.

Porque las cicatrices son recuerdos de lo que algún día no quisimos entender, de cómo funciona el mundo, de que lo que acoge, calienta, relaja e hipnotiza, pero también destruye.

Todo duele, pensamos en el bien y mal para intentar adivinar cuántas lágrimas podemos provocar y provocarnos, nuestro nivel de compasión no es más que una manifestación egoísta de lo que nos enseñaron.

Y, aun así, ¿cómo hemos llegado aquí?, quizá empieza a tener importancia.

Valoramos las canciones, las buenas pláticas, los buenos tragos, las salidas, algunos ademanes, los sueños, las caricias, los abrazos; el infinito intentando explicarse en situaciones mundanas y el libre comprender de las cosas añadidas.

Todo empieza a tomar sentido después del primer dolor inmediato, en que no se aprende a identificar algún dolor físico, pero duele, y mucho.

Quizá nadie esté completamente seguro de sus decisiones, al final, ¿qué son éstas?, si no meras elecciones en lo que podemos manifestar seguridad por el nivel de aceptación que se tiene en cercanía.

Pensar, analizar, actuar, un enfoque resiliente disfrazado de falsas cualidades, pero lleno de melancolía.

Libertad aprendida mediante perspectivas de responsabilidad, la delgada línea para no cruzar al libertinaje y, aun así, ¿habremos llegado?

Crecer. Aprender. Gozar. Trabajar. Sonreír. Vivir. Son palabras tan identificadas en la cultura, como canciones infantiles con las que nos distraían de niños.

Apuesto que sólo son buenas para dar inicio a una canción de rock, a las dos de la mañana, con un whisky de fondo y pensamientos lúcidos de lo que seríamos si regresáramos el tiempo.

Juventud divino tesoro… no supe si ya llegué.

He olvidado cómo escribirme.

Llevo tanto tiempo recibiendo instrucciones…