Hilda Maza Ugalde. RUTA 2-1

 

Hilda Maza Ugalde. Por más de 20 años se desempeñó como Analista de Negocios y asistente ejecutiva en Oracle de México. Fue especialista en Ventas. Es aficionada a la danza folclórica (huapango) y miembro del Taller de Danza Árabe de la maestra brasileña Roberta Perraro. También es graduada y practicante del método Silva, en el área de Desarrollo Humano.

Actualmente, Hilda participa en el Taller de Arte y Escritura Creativa Miró, dirigido por el profesor Miguel Barroso Hernández, en Veracruz. Incursiona en el mundo de la pintura y la literatura, descubriendo sus talentos.

 

RUTA 2-1

Desde muy joven, Adrián Marcelo se concentró en sus dos sueños. El primero consistía en tener autobús propio, como lo hicieran el abuelo y el padre, tiempo atrás. El segundo, era llegar a ser todo un galán del asfalto y, por supuesto, como El Vítor —aquel personaje de televisión que salía en La hora Pico—, encontrar a la Nacaranda de su vida.

El “Psicólogo”: como le decían bromeando, los amigos de preparatoria, por la facilidad que tenía de escuchar y dar consejos de amor; ya había logrado el primer objetivo: ¡manejar su propio autobús! De hecho, había conseguido conducir por la famosa Ruta 2-1. Iniciaba en Altavista —justo afuera de la televisora más conocida de la ciudad— y terminaba en la zona de teatros, allá por la Colonia San Rafael. Muy pronto conocería a su “Nacaranda”. ¡Estaba seguro!

—¡Súbale, súbale!… Atrás hay lugaaaaar —gritaba feliz, mientras daba la bienvenida a mujeres que salían de la televisora, la escuela de actuación… o a otras muchas que hacían castings o sus pininos, como extras, en series o telenovelas. Él no era un hombre nada guapo, pero con todas coqueteaba. “Porque siempre está el roto pa’ la descocía”: decía. Y una pasajera habitual, en especial, enloquecía a Adrián Marcelo. Se llamaba Brigit. La belleza inocente de esta chaparrita curvilínea y su sonrisa, lo inspiraba a recitarle los piropos que le había escuchado a El Vítor:

“Una rosa es una flor, un tesoro una fortuna… y un bizcocho como tú, no lo cambio por ninguna”. “Quiero que sepas que yo te quiero. Quiero que sepas que yo te adoro y te amaría, más que a nadie, si un día me prestas tu tesoro”.

Después de algún tiempo de coquetear, justo el día en que se había armado de valor para declararle su amor, ella no subió al autobús. “¿Dónde está la chamaca?” Desde el retrovisor, pudo verla besando al chofer de un DIDI, estacionado afuera de la televisora.

—Era Sian, mi amigo el guapo, a quien más de una vez le confesé mis sentimientos por la Brigit —me dijo Adrián, derrotado y decepcionado. Fue así como escribí la historia de un amor que nunca fue correspondido.