Griselda Toraya. La familia

Griselda Toraya. Nació en Mar de Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Tiene 63 años. Criada en el campo, apasionada por la literatura mayormente género campero. Ha participado en convocatorias nacionales e internacionales en cuento corto, narrativa y prosa. Por último, está por lanzar un método musical para acordeón a piano, que lo ha titulado… Como me enseñaron a mí hoy lo comparto con vos.

La familia

 

La familia es lo primero que debemos preservar,

siempre y cuando nos responda con la misma integridad.

En mi caso, mis abuelos me marcaron mi lugar,

el respeto, los valores, el amor y la humildad.

 

Mis padres nos mostraban el camino, por la senda del querer,

nos guiaban con la escuela, los deberes y el quehacer.

Siempre con gran humildad a mis hermanas/o y a mí

nos inculcaban obligaciones con nuestra cama, el barrer.

 

Lavar todas las ropitas y tender en el cordel,

era de alambre de fardo, muy brilloso y liso a la vez,

con un gran palo en el medio para poderlo subir.

Que se agiten con el viento, que se sequen con el sol,

y así rociarle agüita, y pasarle la plancha a carbón.

 

Cuando todos terminaban sus tareas de trabajo, en el

campo, en el horno, en sus lavados de afuera,

para dos de las estancias, (Comalal y Malahue),

se tomaban los mayores un recreo a la vez.

 

Jugando con nosotras/os a la casita, a payar con una escoba,

o recitar algún tango de Carlitos, versos de Juan Moreira, con eso

nos entretenían, o escuchando novelas en la radio de madera.

 

Jugando también a las cartas, lotería, o tatetí, la rayuela,

o la soga, jugábamos más de tres.

 

Nos alumbrábamos con lamparita a kerosene, y farol con gran camisa,

muchos dirán y eso que es? la primera, da luz amarillo medio naranja,

la segunda, es muy brillante y blanca,

la cual nos iluminaba la cena de cada día.

 

Andábamos en el carro, o a caballo de la china, una yegua muy divina,

con una estrella en su frente, blanca, grande, reluciente, su cuerpo

totalmente negro, en sus patas parecía, tener cuatro guantes blancos,

aplaudiendo a la vez mientras iba galopando.

 

teníamos una hamaca, en el medio del potrero,

nunca nadie la usaba, hasta que uno se subía,

Y se armaba algarabía, peleando entre tres o cuatro

a ver quién subía más alto, y de pronto nos caíamos.

 

Cuando hacíamos algo mal,

 

no preguntaban quien fue,

solo nos reprendían,

y penitencia a los tres.

 

Las fiestas eran hermosas,

grandes, divertidas,

con mucha familia,

se carneaban animales,

se pelaba mucha fruta,

se amasaba mucho pan,

entre ellos los Pan Dulces.

 

A la hora de armar el árbol,

papá iba al monte, nos traía

el mejor pino, lo poníamos en balde

de diez litros, que adornábamos con dibujos.

 

A los adornos del árbol los hacíamos

con papel de cigarrillos, con velitas

de colores, atadas con alambre,

lleno, lleno, así quedaba,

con adornos e ilusiones,

qué a las doce de la noche,

todos juntos lo prendíamos,

cada uno de nosotros, los sueños

 

Y deseos nos repetíamos,

esperando así el año nuevo.

Con mucha fe y esperanza,

El Árbol nos Alumbraba.!!!

que infancia tan linda,

con tan poco, que felices éramos.

 

¡¡¡Éramos, somos, con tan solo

Recordarla.!!!

 

La abuela