Gabriela del Puerto Brito. Pensamientos prohibidos

Gabriela del Puerto Brito (Veracruz, México, 1962). Ha dedicado su vida al cuidado y amor del hogar, siendo esposa, madre de tres hijas y abuela de tres nietos.

La creatividad y el espíritu aventurero la han llevado a explorar diversos hobbies y pasatiempos, destacando su pasión por el cajón y el baile flamenco. Durante seis años, formó parte del grupo «Cajón Five»: quinteto que compartió su música y energía con audiencias de todo tipo.

A los 62 años, Gaby ha decidido incursionar en el mundo de la literatura, asistida por la experiencia de Miguel Barroso Hernández, en el Taller de Escritura Creativa Miró. Compartir historias y experiencias con el mundo es la intención de esta mujer entusiasta que continúa sondeando sus talentos.

 

Pensamientos prohibidos

 

María Luisa, aprieta el botón derecho del interfono.

—¡Alma! Que pase el siguiente candidato para el puesto de recepcionista y tráeme su currículum, por favor —dice, con su fuerte y autoritario tono de voz.

A su oficina entra un chico muy guapo, de piel apiñonada y ojos verdes, enmarcados por unas pobladas cejas. Pero descarta la atracción momentánea cuando ve la edad en la solicitud de empleo. Casi sonríe pensando: “¡vaya!, bien podría ser mi hijo”.

—Veo que tu experiencia en el medio hotelero no es muy amplia —cuestiona, mirándolo a los ojos—. Estás recién egresado de la carrera, sin embargo, ofreces disposición inmediata y no tienes problema con los horarios. ¿Vives solo? ¿No estás casado?

María Luisa se reprende a sí misma por la impulsiva indiscreción. ¿En qué estaba pensando?

—¡No vivo solo! —dice él antes de que ella pueda arreglar su falta de juicio—Comparto piso con un amigo y, sí, no estoy casado; de hecho, mi familia ni siquiera vive aquí en Oaxaca.

—¿Y que te ha traído a ti, aquí?

Algún secreto o misterioso estímulo la ponía en aprietos. ¿No sé por qué estoy haciendo este tipo de preguntas que no hago, normalmente, en una entrevista?: recapacita. La abusadora belleza de aquel chico le causa cierta inquietud.

—Viajé, con amigos, el año pasado y quedé cautivado con esta ciudad. Decidí que, al terminar mi carrera en hotelería, intentaría conseguir trabajo aquí.

—Entonces, ¿tu idea es solo pasar tiempo en un lugar que te gusta, o planeas vivir aquí de manera permanente?

—No quiero ser grosero con mi respuesta —previene el chico—. La etiqueta de “permanente” siempre me ha causado ansiedad —asegura sin titubear—. Digamos que tengo la intención de hacer una vida en Oaxaca, pero primero necesito conseguir trabajo.

Ambos intentan sonreír.

—Si me da la oportunidad, con el tiempo, usted y yo, podremos saber si mi estancia en Oaxaca será “permanente”.

Ante su respuesta María Luisa queda desarmada, casi sin aire:

—El trabajo es tuyo —asiente, procurando que no se le escuchen los latidos del corazón—. Quiero que te presentes mañana a las 8 en punto —exhala aire y continúa—. Estarás la primera semana en entrenamiento y a partir de la siguiente te harás cargo de la gerencia de grupos y reservaciones del Hotel Casa de Sierra Azul en el Centro.

Al verlo salir de la oficina, no puede evitar exclamar:

“Dios mío, por favor, quítame estos pensamientos de la cabeza”.