Flor Virginia León. Más allá de su labor como catedrática de Nivel Superior, Flor, explora la fuerza o la sutileza de las palabras dentro del emocionante mundo de la literatura. Y en pos de ese nuevo talento, cursa el Taller de Escritura Creativa, dirigido por Miguel Barroso Hernández, en la ciudad y puerto de Veracruz. Los misterios del amor, la tolerancia, el crecimiento personal, los conflictos internos en sus personajes: reflejan un mundo mágico-real que es posible y, más allá de las letras, identifica a la mujer en la narrativa latinoamericana.
Sempiterna ausencia
Me aterra la madrugada en esta fría estación de tren… ¿Cómo puedo estar despierta, sin pestañear siquiera? El corazón no deja de bombear. Semejante a un tambor fuera de control, quiere salírseme del pecho y, eso, sí asusta.
¿Qué puedo hacer? No es mi culpa. He tomado las pastillas. Descanso como recomendó el doctor. Ni siquiera he ido a las caminatas vespertinas. ¿Por eso no tengo sueño? ¡Qué más da, no tengo sueño! Ya debería irme a casa, pero no logro moverme de aquí. Quedé clavada en estas baldosas frías y sucias. Mis pies no responden. ¡Quiero moverme, lo juro, y no puedo!
Ya no hay nadie cerca… ¿A quién le importaría mi presencia? ¡Qué más da!
Hoy lo conocería: por fin, estaría frente al hombre que me engendró. ¡Deseaba verlo! Siendo niña lo deseaba y veía a mis amiguitas ser levantadas, en brazos, por sus padres. Yo no tenía uno, ni siquiera un rostro, ni siquiera una mirada. ¡Cómo odiaba no tenerlo! ¿Qué le hice yo, para que no me buscara?
Mis manos, están temblando, otra vez. Pero, ¿por qué tiemblo? ¡No quiero temblar! No quiero tener ninguna emoción. ¿Por qué no vino? ¿Acaso, estar ausente es su eterno sello? ¿Quiero verlo? Tengo curiosidad…
El ruido del viento, confunde mis pensamientos. Esos árboles, a lo lejos, reproducen el sonido del viento entre sus hojas y me siento más triste aún. ¿A quién le importa?
En balde me estrené este abrigo para verme mejor, para ocultar mi delgadez… No he comido bien desde que supe que vendría, pero no vino.
¿Qué lo detuvo? Solo llegó este triste mensaje de texto: “no puedo verte hoy”. ¿Y cuándo ha podido hacerlo? ¡Qué más da ¡
Creo que tiemblo de coraje. Quizás es amargura, decepción o miedo; o todo a la vez… ¡No vino, qué más da¡ No moriré. No morí antes. ¡Tiemblo!, sólo eso… Pero la vida continúa, sí señor. ¡Mi vida, continúa como siempre!