Flor Virginia León. Entre lluvia, hielo y lodo

 

Flor Virginia León. Más allá de su labor como catedrática de Nivel Superior, Flor Virginia León, explora la fuerza o la sutileza de las palabras dentro del emocionante mundo de la literatura. Y en pos de ese nuevo talento, cursa el Taller de Escritura Creativa, dirigido por Miguel Barroso Hernández, en la ciudad y puerto de Veracruz.

Los misterios del amor, la tolerancia, el crecimiento personal, los conflictos internos en sus personajes: reflejan un mundo mágico-real que es posible y, más allá de las letras, identifica a la mujer en la narrativa latinoamericana.

 

Entre lluvia, hielo y lodo

Me acerco, en la silla de ruedas, a la ventana y lo veo, como cada día, dar vuelta en la vereda. Sus ojos, bajo las perlas de sudor en la frente, buscan en el cielo la solución al calor desorbitante. Parece flotar, con esos tristes harapos que cuelgan tras de él, como negras mariposas.

 

Llega y el olor es insoportable. Abre los labios y escucho un saludo gutural mientras azota la carga que lo encorva al caminar. Abre el saco frente a mí y señala, haciendo aspavientos, todos esos objetos raros que colecciona en su andar por la ciudad.

-No quiero nada –digo siempre, pero hoy la lluvia llega de golpe, dándole dramatismo a la escena. La mugre acumulada, enloda el suelo y un rayo lejano emite el sonido de 100 explosiones juntas, asustándome. Él no se inmuta.

Hace 15 años, cuando la felicidad y la bonanza pintaban de colores nuestro hogar, no hubiese imaginado a mi padre en tales condiciones. Mucho menos esta profunda indiferencia, en contraste con la tristeza de sus ojos.

 

Bajo al sótano de la mente y los buenos recuerdos con él continúan desapareciendo. Sólo está la mañana en que abrí los ojos, al salir de la anestesia y lo vi allí: limpio, hermoso, sonriente; con una muñeca primorosa para mí. Yo, tenía amputada las dos piernas. A los 15 años, un accidente me había desbaratado la vida.

Papá, nunca se lo perdonó…Esquiando, caí en aquella fosa helada que gangrenó mis extremidades. ¡No fue su culpa! Desobedecí, lanzándome por la fatal pendiente y aquí estoy sin piernas… Él recopila objetos olvidados, quizás intentando olvidar cómo terminó olvidando.

Yo sé que sigue cargando sus penas, por sobre la mugre y el hambre. Me carga, aunque no pueda decirlo, porque se cortó la lengua para no tener que explicarle a nadie su dolor y huyó para no ver el mío… ¿No imaginaste todo lo que te necesitaba?

Precisamente, por abandonarme, no sé cómo perdonar… Y aún, sin perdonarlo, siempre espero al hombre que perdió la razón por mi culpa.

La lluvia sigue mojándolo y sus pupilas se dilatan. Quizás son las lágrimas o es el agua del cielo, que también me moja. Lo cierto es, que lo busco a lo lejos todas las mañanas y, cada día, voy gastándome con él.