Si somos prácticos tu mejor psicólogo y médico son un par de tenis; lo demás es confeti y serpentina
Xavier Gutiérrez
La ironía o contraste no puede ser más extrema: el año pasado fue el otro punto, amanecer el día uno en las montañas de Zacapoaxtla… ¡uf! Eso es vida: rodeados de nubes de algodón, viejos y enormes árboles secos y pájaros carpinteros. Hoy las antípodas: en lugar de nubes, nebulizaciones que te cubren el rostro con esos vapores finos que te suministran medicamentos a los pulmones.
Pero es la condición humana. Ya se sabe, la naturaleza es la mejor maestra, te da la lección, y si no la aprendes te la repite gustosamente.
Las lecciones son para nutrir el camino, revisar lo que hiciste, sabías o ignorabas. Y el aprendizaje te pone enfrente el manual para el nuevo arranque: evitar graves errores, cambiar rutinas, revisar patrones de comportamiento, reinventarte dicen los coaches.
El caso es que ocurrió. Una pesadilla indeseable, peor que los dos casos de Covid-19 experimentados antes. Claro, tienes tres o cuatro años más encima…
Sirva el caso para enaltecer una de nuestras instituciones de salud más apreciadas en Puebla: el ISSSTEP. Por ahí han pasado muchos y buenos directores médicos que dejaron huella. Recuerdo a los doctores García Manzano, Martínez Villalpando, Emilio Apud, Giorgana, y muchos más.
Hoy está al frente el doctor Luis Antonio Godina Herrera, quien con sus brazos derecho e izquierdo Luis Alberto Arriaga y Antonio Hernández y Genis, (y todo un valioso equipo) navegan con éxito en la tarea encomendada. Sin duda esta institución siempre requerirá más y más presupuesto, porque la población derechohabiente crece y demanda novísimo instrumental médico, medicamentos y equipo, más esa pesadísima carga legal de las pensiones.
El gobernador Armenta lo sabe; ha sido pieza del engranaje institucional poblano largo tiempo y de seguro introducirá formas de financiamiento que mantengan al ISSSTEP en la primera línea frente a sus homólogos nacionales.
Pasar por la hospitalización siempre es una experiencia conmovedora, y nadie está exento. Pero la vivencia permite apreciar mejor, como con una lupa, ese honroso trabajo de cientos de poblanos al servicio de sus congéneres. ¿Puede haber una acción mayor de nobleza, cuando además están a diario exponiendo la vida como parte normal de su trabajo?
Se siente orgullo respecto del profesionalismo y dedicación de nuestros médicos, enfermeras mujeres y hombres, laboratoristas, camilleros e intendencia, ese ejército blanco que jamás descansa, que las 24 horas está ahí salvando vidas.
En el desempeño del trabajo hay de todo; ya se sabe, quienes cumplen rutinariamente y quienes lo hacen con vendajes de ternura y fomentos de apapacho. ¡Ah, cuánto cura este agregado humano el valor intrínseco de una atención médica…!
Abandonado el momento de emergencia del doloroso trance, la vida te lleva de la mano para el nuevo derrotero. Empezando por ratificar esos valores reales e importantes de la vida y dejar de lado lo que envuelve la vanidad y disfraza al ser.
Tan fácil que es tener claro qué suma y qué resta, y tan difícil en la práctica separar el trigo de la mies. Todo el tiempo la vida nos recuerda que “el orgullo no es grandeza sino hinchazón”, y sin embargo es humano optar por lo fácil, lo reluciente, lo de compensación pronta e inmediata, aunque intoxique y dañe.
Una vieja y reiterada enseñanza para el ser humano desde tiempos inmemoriales es el ejercicio físico, esa que es realmente la mejor medicina preventiva y curativa y que no cuesta. La cuota que se paga es la constancia, lo más frecuente que se pueda de hacer cualquier actividad física, a cualquier hora y en cualquier lugar.
Suelo decir que, si somos realistas y prácticos, tu mejor psicólogo y médico son un par de tenis, eso es todo. Lo demás es confeti y serpentinas.
Créalo o no, pero hay constancia que esto suele hacer la diferencia entre la vida y la muerte; el que no pases la barrera evaluadora impactante de una enfermedad sorpresiva, o el que tal condición sea el pase salvador que te impulse hacia el escalón o la meseta superior.
Por supuesto, ahí junto está la ciencia, los médicos, la disciplina y respeto a las indicaciones concomitantes.
Hablando de esto, el viejo ermitaño árabe Reivax Zerreitug Zallet, de Petra, en la antiquísima Jordania, escribió: “Es una fortuna que la vida te de hijos, pero es una dicha más que entre ellos haya mujeres, eso te asegura días de calidez y ternura en el hogar en la vejez y sobre todo en tu condición de paciente.”