José Antonio López Sosa
Madrid, España.- En la política todo parece resolverse con encuestas, no de hoy, desde hace varios años. Recordemos cada que viene una elección federal, pareciera que las casas encuestadoras realizan la elección antes, vaticinan resultados mediante tendencias muy bien disfrazadas, quiero decir, aseguran que eso son, tendencias, pero las reparten y distribuyen con el objeto que parezcan resultados previos. Pocas veces han tenido tino con relación a los resultados y aún así, siguen siendo parte del escenario electoral mexicano.
El presidente López Obrador aparenta estar en contra de las encuestas, pero en el fondo le gustan, evidentemente las que salen con resultados a su favor.
Elegir a un candidato mediante una encuesta representa de lo más antidemocrático en términos políticos, aunque demagógicamente parezca lo contrario. Un candidato debe tener determinadas cualidades, la propia gente de su partido político debe elegir entre uno y otro para proponerlo, asimismo los independientes pueden lanzarse con el mero apoyo popular, siempre y cuando reunan los requisitos que fija el INE para tal efecto.
Que un partido elija por encuesta a su candidato presidencial, es parecido a que en un programa de televisión, seleccionen al mejor grupo musical de acuerdo al sonido de los aplausos del público y no por la calidad de su ejecución.
Una votación abierta (no solo a militantes) pudiera ser una alternativa, evidentemente con el costo a cargo del partido político que esté definiendo esa candidatura (y dinero les sobra para eso y para más), pero donde haya un voto directo entre dos o más precandidatos y no, una encuesta que representa solo un muestreo de un universo determinado.
Resolver todo a través de encuestas, sean a mano alzada o con todo el rigor de las ciencias sociales, significa un retroceso democrático, existen mecanismos que permiten la participación ciudadana de forma directa o indirecta, pero las encuestas no representan estas opciones.