Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Transcribir dos historias nos permite asimilar cultura, oficial y civil. Ambos de la sociedad de nuestra patria.
Por un lado el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, en el Diario Oficial que edita la secretaría de Gobernación y que nos envía el abogado Jorge Alberto Ravelo Reyes, al cual agradecemos, nos comenta sobre la vida del prócer.
Y por el otro, en Lecturas con pátina, la historia contemporánea de los reporteros gráficos.
“El 29 de diciembre es aniversario del nacimiento de Venustiano Carranza, en 1859.
“Venustiano Carranza fue el líder triunfante de la Revolución, se distinguió como estadista y presidente de México. Nació en Cuatro Ciénegas, Coahuila, el 29 de diciembre de 1859.
Tuvo una larga y destacada carrera política. Entre 1887 y 1911 fue presidente municipal de su pueblo natal, diputado local y federal, senador y gobernador interino de Coahuila.
Entre 1908 y 1909 simpatizó con el movimiento reyista, que se oponía al grupo de los “Científicos” y buscaba elevar al general Bernardo Reyes a la vicepresidencia de la República.
Ante la negativa de Reyes para encabezar ese movimiento, muchos de sus seguidores, entre ellos Venustiano Carranza, se sumaron al movimiento antirreeleccionista de Francisco I. Madero, con la aspiración de transformar el sistema político porfirista mediante el sufragio libre.
En mayo de 1911, al triunfo de la revolución maderista y la renuncia del presidente Porfirio Díaz, Carranza ocupó la gubernatura de Coahuila.
Tras el derrocamiento y asesinato del presidente Madero, en febrero de 1913, Carranza fue el único gobernador que desconoció al régimen de Victoriano Huerta.
El 26 de marzo de 1913, los jefes revolucionarios de Coahuila que secundaban a Carranza suscribieron el Plan de Guadalupe, por el que llamaban al pueblo a rebelarse contra el régimen dictatorial de Huerta y designaban a Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
El movimiento se extendió y derrotó al ejército federal, obligando a Huerta a dimitir y abandonar el país en julio de 1914.
Después del triunfo sobre Huerta, las corrientes revolucionarias triunfadoras, la constitucionalista, la villista y la zapatista, buscaron unificar la revolución a través de la Soberana Convención.
Sin embargo, ese intento fracasó, la Convención se fracturó y se produjo la guerra civil entre las fuerzas convencionistas, sostenidas por la alianza de Villa y Zapata, y el constitucionalismo encabezado por Carranza.
En 1915, los constitucionalistas vencieron a las fuerzas de la Convención. Carranza aprovechó el triunfo sobre los campos de batalla y se hizo cargo del Poder Ejecutivo de la República.
En septiembre de 1916, Carranza emitió la convocatoria para formar un congreso constituyente encargado de promulgar una nueva Carta Magna, en la que quedaran plasmados los principales objetivos de la Revolución.
El 5 de febrero de 1917 fue promulgada la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Constitución más avanzada de su época, que incorporó como derechos constitucionales las principales demandas populares, contenidos en los artículos 3°, 27, 115, 123 y 130.
En mayo de 1917, Carranza tomó posesión de la presidencia de la República; sus objetivos fueron la pacificación del país, la reorganización del Estado y la recuperación económica.
En 1920, en vista a las elecciones presidenciales, Carranza trató de cerrar el paso a la candidatura de Álvaro Obregón y buscó que lo sucediera en la presidencia un civil.
Sin embargo, la candidatura de Obregón adquirió gran fuerza y, en ese contexto, se fraguó en Sonora el movimiento de Agua Prieta, por el que el gobierno sonorense y los jefes revolucionarios de esa entidad desconocieron al gobierno de Carranza.
La rebelión ―dirigida por Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta ― tuvo el apoyo de la mayor parte de los jefes del ejército y se extendió por todo el país.
Carranza buscó enfrentar el movimiento, pero se quedó prácticamente solo, por lo que buscó dirigirse a Veracruz.
Durante el trayecto, el tren que lo transportaba sufrió un atentado, y el jefe junto con su escolta tuvieron que internarse en la sierra poblana.
La madrugada del 21 de mayo de 1920, mientras dormía, el presidente Carranza fue asesinado en Tlaxcalantongo por las tropas de Rodolfo Herrero.
El legado de Venustiano Carranza trascendió en la política, la legislación, la diplomacia, la simiente de las instituciones y el surgimiento del Estado mexicano del siglo XX, producto de la Revolución mexicana.
Desde 1942, sus restos mortales reposan en el Monumento a la Revolución, en la Ciudad de México.
Día de fiesta y solemne para la Nación.
La Bandera Nacional deberá izarse a toda asta.
Ahora una confesión del escritor amigo.
Día de amigos, como por ejemplo Silvestre González, colega de Excélsior y del “Chato” Montes de Oca, un fotógrafo con muchas historias de quien José Antonio Aspiros Villagómez, nos habla con conocimiento.
Antes el historiador nos explica hoy, penúltimo de 2021, en Lecturas con Pátina:
“Habíamos resuelto en noviembre dejar la tecla por el resto del año, además de que estuvimos casi un mes sin internet, pero el colega y amigo Alfredo Barba Chávez sí notó esa ausencia, y un estimulante mensaje suyo nos sacó del letargo y aquí están de regreso las Lecturas con pátina”
Comenzaremos el 2022 querido colega, con tus ameritadas columnas. Como la de este fin de año.
Por la naturaleza de su trabajo, reporteros y fotógrafos de prensa son testigos privilegiados de los acontecimientos más importantes para la sociedad, a la que informan de ellos y así dejan testimonios que luego serán historia.
Uno de estos periodistas fue Manuel “Chato” Montes de Oca Saulnier (1905-1980), un fotógrafo de prensa mexicano para quien no había imposibles y logró captar escenas importantes aun a riesgo de su vida como alguna vez que estuvo a punto de ser fusilado y otra en que, para captar la imagen del presidente durante un desfile militar, se montó en un barandal del Palacio Nacional y quedó inclinado hacia el vacío, con cámara en mano.
Y también fue un ser humano con una personalidad un tanto extravagante y una vida llena de anécdotas, algunas de las cuales narra su hija Clementina Montes de Oca Osorio en el libro Escándalo, de reciente publicación.
El título de la obra es el mismo que este reportero gráfico puso a la más famosa de sus fotos y que a la vez ilustra la portada: una oportunísima y espectacular instantánea en 1935, durante la refriega entre los Camisas Doradas –un grupo derechista– y el Frente Único del Volante, afiliado al Partido Comunista Mexicano.
De vocación precoz, el “Chato” se inició como fotógrafo a los 13 años y como fotorreportero a los 17 en El Universal Gráfico, en los tiempos que las cámaras eran unos cajones donde se metía la placa –-no existían aún los rollos de película–, se atornillaban a un tripié y había que meter la cabeza bajo un paño negro para enfocar.
Alguna vez le quemó la cabeza a un sacerdote calvo con una chispa de clorato encendida, que le cayó al estallar la mecha de magnesio del flash y lo expulsaron del lugar, donde además se había prohibido la entrada a la prensa. Pero tuvo la satisfacción de ver publicada –en una de las muchas exclusivas que logró durante su carrera– la foto del delegado apostólico Ernesto Philipi, quien tiempo después sería expulsado del país por el gobierno de Álvaro Obregón.
Los vetos a la prensa lo tenían sin cuidado y siempre lograba las fotos para su periódico, como en 1958 cuando hubo una huelga en la Universidad Nacional y, pese al rechazo de los estudiantes, pudo hacer su trabajo.
Entre las anécdotas de Montes de Oca que narra su hija, están haber logrado también en exclusiva imágenes de la expulsión del país de Plutarco Elías Calles por parte de Lázaro Cárdenas, y algunos arrebatos como dejar a Pascual Ortiz Rubio con la mano estirada cuando quiso saludarlo, e insultar a Adolfo Ruiz Cortines porque no quiso repetir un saludo a otro personaje porque el fotógrafo no había captado la escena original.
Trató a esos y a otros presidentes de la República como parte de su trabajo –el libro muestra imágenes donde aparece con Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán–, pero también cubrió la fuente de policía con anécdotas como que hablaba a los muertos y los saludaba de mano en el anfiteatro, o la vez que pateó el cadáver de un personaje importante porque no lo pudo fotografiar, o cuando captó el momento en que un preso intentaba suicidarse y luego lo salvó. “Primero mi foto”.
Cuando Trotski fue asesinado, tomó fotografías en la casa donde fue el atentado y se llevó como “recuerdo” una cachucha del fundador del Ejército Rojo. También se quedó con la bola de cristal de una pitonisa asesinada y embaulada en una casa frente a la Secretaría de Gobernación.
Y cuando en 1953 Ruiz Cortines fue a la frontera norte a inaugurar la Presa Falcón junto con Eisenhower, en la víspera el “Chato” se acercó a la línea limítrofe y varias veces puso un pie en territorio del país vecino para provocar al guardia estadunidense.
En esa ocasión ocurrió el accidente aéreo en que fallecieron los periodistas Carlos Septién García, Miguel Espinoza y Carlos Violante, además de los miembros de la banda de guerra de la Secretaría de la Defensa Nacional (el Himno tuvo que ser cantado a capela), pero a Montes de Oca no le tocó participar en el rescate porque regresó a la capital a entregar su material fotográfico.
Junto con estas y muchas otras anécdotas, en el libro Escándalo, prologado por Ángel Marín, Clementina Montes de Oca narra en forma amena el rescate del acervo fotográfico de su padre -también fotógrafo de El Universal matutino-; las exposiciones donde ha sido presentado, incluido el Palacio de Bellas Artes, y destaca sus cualidades como fueron el ingenio, la audacia, la búsqueda del lado amable de las noticias y su peculiar sentido del humor hasta sus últimos días cuando, además, ya encamado, dijo haber visto junto a él a personas vestidas de negro que le rezaban. También menciona el espíritu parrandero del “Chato”.
En Escándalo se reproducen muchas imágenes históricas, oportunas y hasta sorprendentes del que la autora presenta como “fotógrafo diarista”, como el salto de un beisbolista cuando atrapa la bola, el instante en que se desploman dos fusilados y el fotógrafo vio que a uno de ellos se le escapaba un rayo de luz azul y pensó que era su alma, una serie de escenas sobre la miseria en Iztacalco, y las protestas de 1944 contra la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Las fotografías de Manuel Montes de Oca “completan un mosaico histórico de una época épica de México; sin réplicas, sin duda, sin distorsiones, su lente captó todos los horizontes y toda clase de personajes”, escribió en su prólogo Ángel Marín”.
Silvestre González fue reportero policíaco, primero. De deportes, después. Y a partir de 1976 cuando asume la dirección general de Excélsior Regino Diaz Redondo, jefe de información.
De ser nosotros, yo primera persona, grandes amigos y jefe suyo. Al encumbrarlo la caída de Julio Scherer García, seguimos como grandes amigos. Pero El, ya mi jefe.
craveloygalindo@gmail.com