EN LAS NUBES
Del escritor Emilio Ramírez de Aguilar Lavín
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Presumir a nuestros amigos es un orgullo. Pero más cuando escribir lo tienen de herencia. Nieto del famoso periodista oaxaqueño Jacobo Dalevuelta, sobrino de Alberto Ramírez de Aguilar. Y hermano de Fernando reconocido prosista. Actual colega en Quadratin
Jacobo Dalevuelta, nos inquieren.
Sí es el seudónimo con el que disfrutaba ocultar, entre comillas, que era un gran articulista y funcionario importante del diario El Universal cuyo nombre real era Fernando Ramírez de Aguilar, esposo galán de doña Maru.
Ejemplar dama que a nosotros nos invitaba, casi diario el desayuno. En su casa de Pino ocho, Santa María La Rivera, al pasar por su hijo Coco. Y a pocas casas de su primo mi otro compadre y maestro Alberto. Hijo del médico hermano de don Jacobo.
Alberto, fue, además de escritor, columnista, periodista, gerente general de aquél fabuloso Excélsior.
A Emilio acaban de editar “El País para el olvido. Aforismos. En 117 páginas. Ya está a la venta, por cierto.
Jorge Fernando advierte:
“Sin que se trate de elogios consanguíneos, mi hermano Emilio es un erudito y desde hace muchos años escribe aforismos. Por fin emprendió el camino de publicarlos. Su camino ha sido difícil. Sin embargo, aquí está su obra. Espero que sea de su agrado, como lo ha sido para mí.
Y el colega también periodista y escritor nos explica que la definición de un aforismo tiene que ver con una declaración breve y concisa sobre un hecho. Un aforismo es una declaración coherente y en apariencia contundente y cerrada sobre una idea o un acontecimiento.
La historia nos dice que el término aforismo parece que fue utilizado por primera vez por Hipócrates. Y fue posteriormente aplicado a la ciencia, a la cultura, y, finalmente, a todo tipo de principios.
Un aforismo es, según nos dice la Real Academia Española, una sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte. Del latín aphorismus, y este del griego φορισμ.
Un aforismo es una declaración breve que pretende expresar un principio de una manera concisa, coherente y en apariencia cerrada.
Baltasar Gracián (1601-1658), escritor español del Siglo de Oro, es considerado como uno de los máximos exponentes en la creación de aforismos. Construyó, a partir de frases breves, un estilo muy personal, contundente y concentrado, con gran capacidad para jugar con las palabras y relacionarlas con ideas.
Nos ofrece ejemplo de sus aforismos que incluye su hermano Emilio en su libro.
«Atención a no errar una, más que acertar ciento. La censura popular no tendrá en cuenta las veces que se acierte, sino las que se falle. Los malos son más conocidos por murmuraciones que los buenos por aplausos. Todos los aciertos juntos no bastan para desmentir un solo y mínimo error». Baltasar Gracián.
En la historia de la literatura y el periodismo, hemos tenido brillantes hacedores de aforismos, como una forma de expresarse.
El mismo Miguel Cervantes de Saavedra, en su inmortal “El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”, escrita a comienzos
de 1605, y que por cierto es la obra más destacada de la literatura española y una de las principales de la literatura universal, además de ser la más leída después de la Biblia, está repleta de aforismos. Un ejemplo: “Deja que ladren Sancho, nosotros cabalgamos”.
Julius Henry Marx, considerado como uno de los mejores cómicos de la historia, conocido como Groucho Marx, participó junto con sus hermanos en numerosas películas en una era convulsa, refleja con un humor irreverente, alocado e ingenioso, diferentes situaciones presentes en su época y hace disfrutar a gran parte del mundo con sus aforismos.
A lo largo de su carrera dejó innumerables y memorables frases y reflexiones.
Leamos algo del gran Groucho Marx:
“Fuera del perro un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro, probablemente está demasiado oscuro para leer”.
Esto lo dijo porque la cultura y la literatura son elementos muy importantes que nos permiten aprender, crecer, imaginar y soñar.
Otra:
“Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros”.
Una de sus frases más icónicas y conocidas, donde refleja la hipocresía y la volubilidad de las creencias y valores de la gente, que cambian de parecer y de principios, según les beneficien o les perjudiquen, de acuerdo con su conveniencia.
Muy recurrente en tiempos políticos.
Otra más: “Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente”.
Aquí, básicamente, el actor ironiza sobre la estupidez humana y cómo se expresa sin que nadie se lo pida.
El pensador francés Gustavo Flaubert, sostenía que “el futuro nos tortura, el pasado nos encadena. He aquí por qué se nos escapa el presente”, mientras que Friedrich Nietzsche, inmortalizó aquello de que “lo que no te mata, te hace más fuerte”.
Jorge Fernando Ramírez de Aguilar Lavín.
Nosotros que a los dos los conocimos muy jovencitos por nuestra afinidad a su familia y a la amistad que no llevó a una hermandad, con Alberto Ramírez de Aguilar, y a los hermanos de su padre Fernando, Violeta, Rosa María, Olga, Carmen, Coquito, mi compadrito querido y Mario.
Por cierto, un primo de ellos, hijo de Violeta y el arquitecto Calderón, el traumatólogo Fernando Calderón Ramírez de Aguilar, llegó a ser director del hospital de Traumatología del Centro Médico Nacional del Siglo XXI.
Nunca podremos olvidar que con la gran experiencia del también traumatólogo José Manuel Ortega Domínguez, aplicada por ambos a nuestro hijo, el abogado Jorge Alberto Ravelo Reyes, se le restituyó la pierna derecha de sus dieciocho fracturas sufridas en un accidente vial.
Un milagro de dos médicos.
Y después de este intercambio médico, dejemos que el autor de “El país para el olvido. Aforismos”, en primera persona nos platique algo de su vida.
Soy Emilio Ramírez de Aguilar Lavín, nací un domingo 19 de diciembre de 1954 en el Distrito Federal, en lo que ahora es la Delegación Benito Juárez, mis padres son Fernando Ramírez de Aguilar Ruiz Sandoval y Emilia Lavín Espinosa, soy el mayor de cuatro hijos, mi infancia transcurrió al lado de mis padres y hermanos en el hogar que compartíamos en la calle de Nicolás San Juan, en la colonia del Valle.
Mi infancia y adolescencia tuvo armonía y felicidad al lado de mis padres, hermanos, amigos de barrio, de futbol americano –mi deporte favorito- y de escuela.
Tuve el privilegio de observar cómo llegaban a mi entorno social la televisión, el teléfono fijo en casa, los grandes automóviles, el rock and roll, a los más grandes deportistas de todos los tiempos –Joe Namath, Mohamed Ali, Pelé, entre otros– era la época de lo que se llamó “desarrollo estabilizador”.
Mi formación académica la alterné entre escuelas públicas y privadas hasta la preparatoria.
Fue en el año de 1973, que llegaron a mi vida dos acontecimientos que me marcaron para siempre: la muerte, en abril, de mi querido y recordado padre y mi entrada a la UNAM, a la Escuela Nacional de Economía, luego facultad, en donde pase mis mejores años como estudiante, escuché grandes cátedras de economistas formados por esa gran institución –José Luis Ceceña, Antonio Gallart, José Navarrete, Enrique Padilla, Guillermo Garcés, José Luis Nava, David Márquez, Febronio Díaz, Julio Cancino, disculpas por no mencionar a todos.
Es justo reconocer la convivencia con mis compañeros y amigos generacionales, me evito mencionar alguno para no agraviar a nadie, pero ellos lo han de recordar.
El 4 de mayo de 1977, vi coronado el esfuerzo de mis padres y el mío propio al obtener el título de licenciado en economía, con la tesis “La Inflación Importada en México”.
Desde julio de 1973 empecé mi vida laboral en el periódico Excélsior, hasta el mes de julio de 1976.
Ahí tuve la oportunidad de conocer, platicar y privilegiarme de su amistad, con los mejores periodistas de la época, -sólo por mencionar a los más importantes para mi Eduardo Deschamps y Nikito Nipongo- que me influenciaron para atreverme a escribir y volverme adicto a la gran literatura y al análisis cotidiano.
Mi trayectoria profesional la inicié en febrero de 1977 en la entonces Secretaría de la Reforma Agraria, en donde me pude percatar de la tragedia que es ser campesino en México, de ahí pase a trabajar en una de las tres más importantes empresas paraestatales que había: Fertilizantes Mexicanos, en 1979, año en el que también me casé con Amalia Frías Santillán, (qepd 2009), periodista de profesión, con la cual tuve dos hijas, Jimena y Monserrat, médica e ingeniera civil, respectivamente, orgullosamente de la UNAM.
Posteriormente ingresé a la ya desaparecida Secretaria de Programación y Presupuesto de 1981 hasta 1983, tiempo de gran aprendizaje, de ahí un año en la Contaduría Mayor de Hacienda, hacía evaluación del ejercicio presupuestal.
De 1984, hasta diciembre de 1994 laboré y realicé múltiples trabajos en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, en la subsecretaría de Transportes, algunos de los cuales todavía me causan orgullo, como el de haber representado ese sector en las negociaciones del GATT y después en las del TLC.
Como consecuencia del error de diciembre de 1994, me quedé sin trabajo por espacio de dos años y medio.
Fue hasta mediados de 1997 que pude encontrar nuevamente empleo, esta vez en uno de los campos más dignos de nuestro país, en la docencia, enseñamos las materias de Introducción a la Economía y Probabilidad y Estadística.
Sin embargo, la necedad de ejercer mi profesión, me llevó en junio de 2000, por invitación del gran economista Gabriel Zorrilla Martínez, para hacerme cargo de las estadísticas nacionales de la recién creada Condusef, donde realicé varios estudios y trabajos para percatarme de la importancia de dicha institución, que realmente sirve a la gente.
Cambió la administración y como es normal en México, para afuera.
Desde enero de 2004, hasta nuestros días sigo en la docencia, la cual alterno. Escribo aforismos y ensayos de economía, que espero algún día publicar sin censuras y sin cortapisas”.
Y luego de felicitar a la familia Ramírez de Aguilar Lavín, incluida también Alma y Ulises, quienes también asistían a refrescarse a Cuernavaca, con nuestros amigos sus papás, seguimos nosotros la lectura de los aforismos.
craveloygalindo@gmail.com
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