EN LAS NUBES. De mis bendiciones 25

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Del colega y amigo Servando González

Gracias querido Maestro. Yo conocí a muchos de tus amigos/Colegas que reporteaban hace 50 años para Notimex Turismo, aeropuertos, Defensa, Marina y eventos especiales. Terremotos huracanes etcétera

Gracias 🙏🏼 por compartir y recordar.

Y de otro hermano Jorge Herrera y Valenzuela que nos dice:

“Mi muy estimado y fraternal colega y AMIGO, Decano de los Reporteros y Columnistas del Periodismo Mexicano, te saludo con el afecto de siempre.

“Me haces recordar días maravillosas, aunque no haya pertenecido a Excélsior, por la mención de todos los compañeros con quienes tuve un trato amistoso y profesional.

Creo que también merecen mención en tus bendiciones mis queridos compadres Jaime Reyes Estrada y Fernando Aranzábal Herrera, Víctor Payán, Rodolfo Rivera, Toño Ortega, Jorge Reyes Estrada.

Jaime, «El Manotas» extraordinario reportero y como redactor decía que dejaba en una cajita las comas y los acentos para que los pusieran donde deberían de ir.

El otro que siempre presumía su oficio, Enrique Loubet, mi querido Ramón Morones, Raúl Torres Barrón y muchos más. Lorenzo Yáñez, Ángel Villalvazo, de la Primera de Noticas. Gonzalo Martínez Maestre, su hermano Roberto. Mi otro compadre, «El Charro» Aurelio Silva Laurencio, el del clavel en la solapa.

De los grandes fotógrafos como Julio León, Daniel Casco, Adrián Devars, los hermanos Nacho y Miguel Castillo, Carmona, Jaime el que murió en el avionazo de la campaña de Echeverría. ¡ah!, me faltaba mi compañero de fuente policíaca y de parrandas, Manuel Camín.

Benditos sean los que sueñan y otros que se olvidan de la realidad

Juan Manuel Rodríguez González, mucho tiempo subdirector de “El Día”. Más tarde director del Periódico “Comunal”. Talentoso, emprendedor, amigo, culto y presto siempre a auxiliar al poco inteligente, cumple también otra función básica, podría decirse, en el Club Primera Plana.

Desde que ingresó a la organización cultural, y con la habilidad para dibujar se le encomendó realizar los dibujos de todos los periodistas que han desfilado como presidentes.

Allí están, por su arte retratos a mano, en el muro del tercer piso, junto con las de los presidentes eméritos Víctor M. Velarde, Miguel Tomassini, Federico Barrera Fuentes, Antonio H. Flores. Y los que fueron elegidos presidentes Alfonso Argudín, Rogelio Rivera Mena, Daniel Cadena Zeta, Héctor Manuel Chávez Guzmán, José Carlos Robles, Víctor García Solís, Rafael Castillejas, Francisco Rodríguez, Raúl Durán Cárdenas, Teodoro Rentería Arróyave, Mauricio Ortega Camberos, Juan José Bravo Monroy –la de Fausto Fernández Ponte, no se hizo, ¿acaso por envidia? y hasta hoy también la de Julio Pomar. Falta la de la actual y primera mujer presidenta del Club: Rosaura Cruz de Gante.

Tenemos en casa el dibujo que de cuerpo entero nos pintó, con la casa Montejo, de Mérida, Yucatán, como fondo. Bella pintura que atesoro y presumo a nietos y bisnietos.

Referí estos detalles para hacer justo reclamo, como hoy se dice, a quien corresponda.

Explico: al final de todos los dibujos, que, repito, cubren un gran muro del tercer piso, convertido, para mala fortuna del Club, en comedor, sin cocina. Sin baño, sin lavabo y con un elevador que según esté de humor funciona. Casi sin escalera. Vaya, un salón de fiestas y reuniones, sui generis. Reitero que al final de los cuadros, está una placa de 20 por 10 centímetros como homenaje al trabajo de Juan Manuel como dibujante. Como tarjeta de Navidad. Una vergüenza, digo yo.

Debo revelar que Juan Manuel, gente de bien, hermano querido, nunca, pero nunca ha cobrado un solo quinto por su trabajo. Y el Club, mezquino el que lo concibió, creyó que con esa plaquita, menos de una décima parte de cada dibujo, se ponía a mano con un genio del pincel.

Ojalá y llegue un presidente. O ésta, la primera dama al frente, que reconozca el trabajo, el esfuerzo, el gran cariño que Juan Manuel tiene, como otros muchos, que no todos, por la agrupación y sus compañeros. Y junto con él muchos le brinden el homenaje que se merece.

Debemos ser agradecidos con quien nos asiste, nos atiende, nos soporta, nos aguanta, sin decir, nunca, algo por tanta ingratitud.

Yo, desde aquí y creo que muchos e incluyo entre ellos a José Carlos Robles, Javier Martínez Rivas, José Cámara, Raúl Durán, Teodoro Rentería, Elías Chávez, para no seguirle, rindo pleitesía, por su trabajo, por su don de gentes y gracias por ser mi amigo y hermano. Ojalá que el Club, se una a nuestro gesto y también, por justicia, le rinda tributo, quite la plaquita y se la entregue para que la ponga en su buró. Y en el lugar coloque una digna.

¿Será mucho pedir? No vaya a ocurrir que con el tiempo se olvide. Como aquella junta de los integrantes del cuerpo humano que se reunieron para explicar sus defectos. Sus daños. Sus males y pedir ayuda. Empezó el pulmón. Dijo que le faltaba aire; luego el corazón, que tenía taquicardia, los ojos que no podían ver; las piernas, no podían con el cuerpo. Y así, hasta que allá atrás, se oyó una vocecita. Pero nadie sabía quién era. El jefe de la reunión, le gritó, enérgico, como yo lo hago al Club, y le pidió también con cortesía que se pusiera en pie. Y se oyó otra vez la voz apagada que respondió: “Si me pudiera parar, no estaría aquí”.

Lo anterior también resultó de una plática con cuatro periodistas en un canal mexiquense de televisión. Eran Fausto Zapata, Ángel Trinidad Ferreira, Francisco Martín Moreno y Humberto Mussachio. Coincidieron todos, en que el diarismo, los periodistas o los reporteros. O los editorialistas o los caricaturistas. O los epigramistas. Vaya todos juntos, podrán criticar, ahora, al supremo gobierno, o a los padres de la patria –el apodo para diputados y senadores- faros de la mentira e íconos de la República, progenitores de la desconfianza. Dícese que son protagonistas prominentes del País Donde no Pasa Nada.

Denise Dresser, al respecto es más severa al calificar a los legisladores. Pero da la razón de que nadie, ni periódicos, radio, televisión o lo que sea, hace cambiar al sistema. Y afirma: “Donde hay muchos escándalos, pero muy pocas sanciones. Donde proliferan las fotografías sugerentes, pero no las investigaciones contundentes. Donde siempre hay corruptos señalados, pero nunca corruptos encarcelados.

En donde todo esto es normal: los errores, los escándalos y las fallas no son indicio de catástrofe sino de continuidad. El coyotaje practicado por una primera dama o la pederastia protegida por un gobernador, o la fortuna ilícita acumulada por un candidato presidencial o las negociaciones turbias entre un senador y un empresario no son motivo de alarma, sino de chisme.

No son síntomas de un cáncer a punto de metástasis, sino de una urticaria con la cual el país se ha acostumbrado a convivir. La permanencia en el poder público de quienes violan sus reglas más elementales es lo acostumbrado, tolerado, aceptado. Lo que ha sido será y no hay nada nuevo bajo el sol”.

Unos días antes, durante la comida de los cuates en el Club se adelantaba, entre los amigos periodistas, parte de la charla televisiva. Allí, también estaba Ángel T. Ferreira, juntos trabajamos en aquél Excélsior. Qué orgullo.

Afirmaba el Fiz, así le decíamos a Ángel, que durante la Dirección General tanto de don Rodrigo de Llano como de Don Manuel Becerra Acosta, nunca, durante el tiempo que escribió “Frentes Políticos”, le suprimieron alguna frase, algún párrafo o le sugirieron no decir tal o cual cosa.

Afirmó Ángel que en una ocasión, alguien comunicó a Francisco Galindo Ochoa, entonces director de prensa de la Presidencia, lo que iba a publicar en la columna. Y ni tardo ni perezoso Galindo Ochoa se comunicó con su amigo don Manuel Becerra Acosta para solicitarle su intervención y se suprimiera el párrafo incómodo.

Don Manuel llamó a Ángel a la dirección y le preguntó sobre “el asunto”. Ángel, sorprendido, se lo informó y le entregó la cuartilla. “Don Manuel sólo me pidió que ese párrafo en lugar de ir en la tercera cuartilla, lo pusiera al principio. Y la columna se publicó en primera plana. Ese, digo yo, era Don Manuel. Con muchos…huevos. (No le entendí, diría Catón).

Nunca, explicó Ángel, don Rodrigo intervino para suprimir algo. Fueron respetuosos y justos en sus apreciaciones. Acaso porque ambos sabían, lo intuyo, que sólo causarían esas verdades escozor, pero nada más.

Alguien preguntóme: “Ravelo, tú conociste bien a López Mateos. Tú lo entrevistaste antes de caer postrado. Y tú diste la noticia de su muerte en su casa de San Jerónimo, en donde, como vegetal, duró casi un año. Corrígeme si estoy equivocado sobre una frase que López Mateos enmendó al entonces secretario de la presidencia, Donato Miranda Fones, al afirmar éste que los periodistas se vendían al mejor postor.

Les respondí a quienes escuchaban. Y esperaban la respuesta. “Sí, eso afirmó el licenciado Miranda Fonseca, a lo que el presidente López Mateos rectificó al aseverar, muy sereno, que a los periodistas, no se les compra… Se les alquila. Porque, agregó, es obvio que cuando no se paga la renta tienen derecho a olvidarse de lo prometido…

Es evidente que dígase lo que se diga. Sea quien sea, nunca, repetiré una y otra vez hasta el cansancio, a ningún funcionario prominente, acúsele de lo que se le acuse, con pruebas fehacientes, contundentes y visibles, se le castigará. Reto a cualquier ser que viva en México a señalar a uno, sólo a uno, que haya sido ajusticiado. Es decir, castigado. Que se le haya quitado lo que se llevó o haya sido obligado a devolverlo. Sólo a una pareja, de triste memoria, le quitaron sus coches. Y no obstante la crítica acerva, con datos y pruebas en su contra, siguen, como un famoso whisky, tan campantes. Vaya, ni siquiera se sonrojaron.

Eso sí, en todos los regímenes, se mantuvo prudente silencio, ante el temor de lo que le pudiera ocurrir al reportero o al Diario. Porque había independencia de los medios como en las cooperativas. O periódicos también de verdaderos periodistas.

Hoy las publicaciones están en manos privadas. En manos de industriales, de empresarios, pero no de periodistas. Es lo que José Carlos Robles critica al afirmar que cómo puede hablarse de libertad de prensa, cuando ésta se encuentra en poder de gente que reclama, día a día, prebendas para sus empresas o industrias, a las autoridades.

Por eso, cuando relaciono los diarios con el cuento de los órganos enfermos, pongo en relieve lo que le pasó al último del cotilleo referido. Porque pase lo que pase aquí, en México, nadie ya se pone de pie para hacer justicia.

craveloygalindo@gmail.com