Elián Thomas Rementería. El tesoro del robot

 

Elián Thomas Rementería. Es el más joven en el Taller de Escritura Creativa Miró, dirigido por Miguel Barroso Hernández, en Veracruz. El talento narrativo, de este niño de 11 años, sorprende por la facilidad con que construye y recrea sus historias.

Elián cursa 4.º año de primaria en el colegio Green Oaks y ama leer. También es feliz jugando pádel o practicando fútbol. Con disciplina y el apoyo incondicional de su familia, explora el mundo del arte, a través de la literatura, para tener mucho más claro el futuro de sus sueños.

 

El tesoro del robot

 

Érase una vez un robot que tenía un sueño y ese sueño era encontrar el barco perdido de su abuelo. El robot se llamaba Juan y tuvo que convertirse en marinero para salir al mar en busca del galeón del abuelo, que había sido el pirata más famoso del mundo.

Un día Juan zarpó del puerto de su pueblo y se adentró en el océano. Él mismo había construido un barco, tenía su propia tripulación y, aunque el navío no era tan grande y podía enfrentarse a muchos peligros, jamás se iba a rendir. Navegó durante mucho tiempo y encontró algunos barcos hundidos, pero ninguno era el de su abuelo.

Igual a los antiguos piratas que tenían a su loro, como mascota, Juan tenía de compañero a un fiel perro robot llamado Mateo. Siendo niño lo había encontrado en la calle y lo adoptó. En aquel momento no sabía que Mateo era muy especial y solo existía uno como él en el mundo. Lo habían fabricado con un metal inoxidable, siempre estaba reluciente y era muy resistente: a prueba de agua, balas, fuego, etc. Desde que se conocieron siempre habían estado juntos y, ahora juntos, vivían una nueva aventura.

Luego de varios meses navegando, sucedió que, con las fuertes olas de una tormenta, una de las cajas con alimentos salió disparada y le abrió un hoyo al barco. Lo bueno es que estaban cerca de una isla y, allí, Juan pudo comprar un barco nuevo. A pesar de que era mucho más chico que el suyo y los riesgos podían ser mayores, no se detuvo.   Dejó a tres cuartos de su tripulación, porque no cabían y navegó de isla en isla para evitar un naufragio.

Otra tormenta —la más fuerte en mucho tiempo— lo atacó en medio de la noche y el barquito se hundió, como si fuera de papel. Las olas lo arrastraron a la orilla de una playa y, al amanecer, sintió que algo lo estaba lamiendo. Despertó y vio que era Mateo.

Juan se sentía agotado y su corazón de metal estaba oxidado. Pero de pronto Mateo empezó a ladrar y actuaba como queriendo enseñarle algo.

Juan reunió las fuerzas que le quedaban y siguió a su perro. ¡Qué emoción! ¡Ahí estaba el barco del abuelo!!!

Se sintió muy feliz y su corazón pasó de estar oxidado a estar reluciente como el reluciente metal de Mateo. ¡Todo volvió a la normalidad! El galeón estaba intacto, dentro de una cueva; listo para volver a navegar.

Juan regresó a casa en el barco de su abuelo y todos en el pueblo festejaron su llegada. Pasó el tiempo, él también se convirtió en pirata y fue mucho más famoso que el abuelo.

Hoy, se sigue hablando del pirata robot que encontró los grandes tesoros perdidos de la historia de la piratería. Se dice que logró hallar hasta el cofre escondido por el abuelo. Y su propio tesoro sigue oculto en algún lugar del mundo. ¡Nadie lo ha descubierto!

La gente asegura que su perro robot duerme junto al gran tesoro, cuidándolo de muchos piratas que lo siguen buscando sin éxito.