José Antonio López Sosa
Anteayer, 12 de diciembre de nueva cuenta la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, recibió a cientos de miles de peregrinos, cada uno de ellos se deben catalogar como turistas religiosos, gente que independientemente del nivel socioeconómico, asisten a un santuario y generan una importante derrama económica.
Tristemente en la capital del país, no hay un programa integral de turismo religioso, donde se pueda por un lado, orientar y dar asistencia a los miles y millones que durante ese día y el resto del año acuden al santiario y por otro, impulsar a los negocios y empresas relacionadas con estas visitas –desde hoteles hasta restaurantes, desde posadas hasta puestos de comida– para tener un orden y sobre todo, calidad para recibir a estos millones que asisten a la Basílica.
No hay interés por un nicho que en otros sitios del mundo, como el santuario de Lourdes en Francia o en la Ciudad del Vaticano, son fuente importante del motor económico y turístico.
En los alrededores de la Basílica de Guadalupe, solo hay dos hoteles decentes: el City Express La Villa (en Clave y Calzada de Guadalupe) y el Holiday Inn Express en la zona de Peralvillo. Tampoco hay módulos de información turística, menos aún información para los peregrinos de dónde comer, dónde pernoctar o qué actividades hacer –para todos los presupuestos– en los alrededores.
Cada 12 de diciembre que pasa, se pierde una oportunidad de ordenar este turismo religioso, de promoverlo y tomarlo con seriedad. Se desprecia ese turismo, se dejan perder oportunidades valiosas.
TAMAULIPAS
De los estados que peor desempeño turístico tuvieron este año está Tamaulipas, la crisis de inseguridad y la falta de ordenamientos turísticos a todos los niveles representan un problema constante que no ha podido superarse.
Tamaulipas no solo es el crimen organizado o Nuevo Laredo, pero lamentablemente no hay estrategias de comunicación que lo posicionen frente a la industria y los viajeros.