P U L S O P O L I T I C O
Gabriel Sánchez Andraca
Ayer le comentamos de los problemas del sector obrero con el gobierno de Salinas de Gortari, que se fueron agravando con el correr del tiempo, pues la CTM, la FROC y la CROM, estaban contra el neoliberalismo que se empezó a imponer en México. En realidad contra el nuevo sistema económico se pronunciaron los priístas en general y esa oposición (rara en el PRI que a todo decía que sí, sobre todo viniendo del presidente) hizo crisis en una asamblea nacional priísta, en tiempos de Ernesto Zedillo, en la que los delegados de todo el país, exigieron que el próximo candidato a la Presidencia de la República, no fuera un tecnócrata, sino un priísta con trayectoria política aunque no tuviera doctorado de Harvard.
Fue entonces en que para satisfacer esa demanda de la militancia tricolor, la dirigencia nacional cedió (en realidad el presidente de la república en turno) y el designado para abanderar al PRI en las elecciones, fue Francisco Labastida Ochoa, un priísta que había sido gobernador de su estado y secretario de Gobernación en el gobierno de Zedillo. Fue contrincante de Vicente Fox del PAN, que triunfó sin grandes problemas, porque fue un candidato popular, aunque sin ninguna experiencia política y administrativa como se comprobó durante su gobierno.
El primer gobierno panista no hizo ningún cambio importante a excepción de que la “pareja presidencial” Vicente Fox-Martha Sahún, iba todos los domingos a misa y ésta era televisada: el que como candidato dijo que con el PRI el país había perdido 71 años, dejó la estructura priísta intacta y no creó nada nuevo, excepción hecha del Seguro Popular, que significó una fuente de corrupción para los gobiernos estatales, que manejaban el presupuesto de esa nueva institución a su antojo. También entregó a los gobernadores los excedentes millonarios de la venta de petróleo, que alcanzó altos precios en el mercado internacional, dinero que se perdió lamentablemente, en el manejo de las burocracias estatales o por lo menos, nadie supo para que sirvió.
El segundo gobierno panista, el de Felipe Calderón, fue tan malo, que al frente de la seguridad nacional puso a un cómplice del “Chapo Guzmán” jefe del cartel de narcotraficantes más poderoso de México al que protegió, causando la guerra del crimen organizado más sangrienta y más costosa, en vidas y recursos, que haya tenido México.
La debacle del priísmo como partido político empezó pues con el debilitamiento progresivo de sus tres pilares principales: obrero, campesino y popular.
Se habló de la necesidad de que el PRI fuera un partido de ciudadanos y no de sectores, que escondía la idea de cambiar al PRI por un nuevo partido que se denominaría “Solidaridad” y cuyo propietario, pues en México hay partidos políticos que son propiedad de una persona o una familia, como el Verde Ecologista, el desaparecido Nueva Alianza, el Movimiento Ciudadano y el PT o de un pequeño grupo de personas, como el PRD, y Solidaridad sería propiedad del propio Salinas.
Con el asesinato de Luis Donaldo Colosio cambió el panorama y ya no se pudieron realizar los planes.
Para la firma del Tratado de Libre Comercio, Salinas se comprometió a hacer de México un país democrático a imagen y semejanza de los Estados Unidos. Dos partidos que se alternarían en el poder: PRI y PAN.
La izquierda que había salido de la clandestinidad en el gobierno de López Portillo, no contaba. Pero los priístas que se fugaron del PRI por considerar que había traicionado los principios revolucionarios, se pasaron a la izquierda y formaron el PRD que fue una tercera fuerza digna de tomarse en cuenta. Lo que vino después ya se sabe, pues es historia reciente.
EL PRI ACTUAL NO PARECE DARSE CUENTA de dónde está y qué es lo que sus fieles militantes, que cada día son menos, esperan de él.
Por lo menos aquí en Puebla, ya hay indicios de un plan para rehabilitar a esa que fue la fuerza política más importante del país durante casi ocho décadas.
EN ZACAPOAXTLA, ciudad enclavada en la sierra norte, estuvo el fin de semana el dirigente estatal del partido tricolor, Néstor Camarillo para tomar protesta a varios comités municipales reconstruidos en varios de los municipios importantes de esa región. Ahí mismo una militante de casi 30 años dentro del Revolucionario Institucional, expresó su intención de ser la abanderada de ese partido, que siente como suyo y sería incapaz de traicionarlo, para presidenta municipal.
Y es posible que lo sea, porque tiene los méritos suficientes, la capacidad y las ganas de serlo. Se llama Lucía Cruz Arroyo. Es maestra, ha sido funcionaria estatal y federal, ha sido dirigente municipal de su partido, dirigente del SNTE, también de la Organización de Mujeres del PRI y trabajó en la Fundación Colosio. Es pues una mujer que antes no tendría ninguna oportunidad de ocupar una candidatura (no ha sido diputada local ni regidora siquiera) pero en estos tiempos de crisis, representa lo que el PRI necesita para rehabilitarse ante la opinión pública: candidatos reconocidos por las bases, con trayectoria dentro de su partido y con contacto directo con la gente.