EN LAS NUBES
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Dimos a conocer su premiación, pero nos preguntaron sobre el trabajo. Y ahora lo presentamos con infinito orgullo de la escritora, poeta, doctora y terapeuta jalisciense, doña Rosa Chávez Cárdenas.
Con el seudónimo “La lechuza”, fue ganadora en el XIV Concurso de Cuento en el Homenaje al escritor Juan Rulfo.
Este es el de ella: El Secreto de Hermila.
“No es su afán de venganza lo que la mueve, a pesar de que le dieron ganas un par de años atrás cuando su esposo le fue infiel, no, es la sensualidad creciente y el deseo de recuperar su autoestima por años olvidada, ni idea tiene de cómo se despertaron los apetitos que más le valía haber seguido dormidos. Hermila era hasta hace unos meses otra “hija de María” o cucarachita de la iglesia como les dicen los ateos. No se perdía los cursos en el templo, entrenándose como orientadora de parejas.
Su vida rutinaria, veinte años dedicada enteramente a los hijos y al negocio familiar, una lavandería por la calle Ávila Camacho, cerca de la Plaza. La pasión sexual con su pareja poco a poco se fue apagando, ya ni se acuerda si en algún tiempo existió. A pesar de que perdonó a su esposo después de aquella aventura, la confianza y la vida íntima no se recuperó.
Hermila era una niña cuando conoció a Samuel, tan solo bastaron unos meses de noviazgo para sentirse responsable de protegerla, un día, Hermila salió huyendo de los maltratos de su madre y de las infidelidades de su padre, no le quedó otra que llevársela a su casa. A pesar de las carencias económicas y de vivir incómoda en casa de la suegra, el agradecimiento que sentía por Samuel era un compromiso que tendría que pagar algún día.
De sus tres hijos, dos jovencitas y un varón, la más cercana es Jimena la mayor, se profesan confianza mutua, no hay día que no compartan los chismes que escuchan en la lavandería. Jimena es la chica que cualquier mamá quisiera para nuera, trabajadora, responsable, buena estudiante, siempre al pendiente de las necesidades de los que la rodean. – ¿Cómo fue que cambió tanto su madre?, era su modelo a seguir, se pregunta a menudo. El divorcio emocional es un hecho, Hermila se niega a dormir en el lecho conyugal, sin dar explicaciones, invadió la recamara de sus hijas.
El galán es un misterio, a sus cuarenta años nunca se ha casado, lo que crea sospechas, las mujeres saben que los hombres no pueden estar solos, “hombre soltero, sin hijos, seguro que es ¡joto!” dicen en el pueblo. Sin embargo, el erotismo que despierta en ella rechaza las dudas. En varias ocasiones intercambiaron sonrisas hasta que se acercó a saludarla.
– Señora disculpe mi atrevimiento, ya no puedo guardar mis sentimientos; hace meses desde que llegué a trabajar al pueblo estoy enamorado de usted.
– ¿Cómo se atreve a decirme eso? soy una mujer casada con tres hijos, ¿qué va a decir su esposa? Dijo Hermila sorprendida.
– Nunca me casé, es difícil encontrar una mujer como usted. Vamos, la invito a tomar un café y platicamos un rato. Le pidió con ternura, era difícil resistirse.
– ¿Qué va a decir mi marido, si se entera? No quiero ni pensar en las consecuencias. La gente en este pueblo es muy chismosa. Respondió.
– ¿Pero que haces en el pueblo? ¿de dónde vienes?
– Trabajo como supervisor de los obreros, los que siembran la fruta que exportamos a los gringos. Vengo de Sinaloa.
– Voy a seguir insistiendo hasta que aceptes, no es fácil encontrar una mujer tan atractiva. Le manifestó
– Déjame pensarlo. Se dio la vuelta toda confundida.
Su autoestima fue gratamente elevada, un varón soltero, que tiene meses enamorado de ella no es algo que sucede todos los días, menos en el pueblo con tan pocos visitantes. Justo cundo su relación se encuentra en crisis, un hombre la hace sentir deseada. Los halagos le ayudaron a disipar sus dudas, no está vieja, ni fodonga como le ha dicho Samuel. Caminó sonriente a su casa, con la mirada en alto, el ego se había inflado, en su caminar se paró a observar las flores del jardín, hacía años que no percibía el aroma de una rosa. No se aguantaba las ganas quería subir al kiosco y gritarlo, pensó en compartirlo con sus amigas, pronto las descartó. – Me estoy escupiendo la cara, cuantas veces critiqué a los infieles, “calladita me veo más bonita”, palabras que odiaba cuando las decía su padre después de que lo veía con otra mujer. Sin embargo cuando llegó Jimena, se olvidó que era su hija.
-¡Seguro que no vas a salir con el!, ¿verdad mamá?
– No lo sé… fue su respuesta, casi era una afirmación. Por la noche casi no pudo dormir, entre el deseo y la culpa, por fin cuando cantaron los gallos terminó de negociar con su conciencia.
Después de bañarse se maquilló, puso énfasis en los labios, sintió como temblaban, estrenó el vestido rojo, ese que había guardado para una ocasión especial y se dio unos toques de perfume, de ese que le regalaron hacía años en su cumpleaños; estaba dispuesta a vivir la aventura. Salieron del pueblo, enfilaron rumbo a la carretera para evitar sospechas. Saboreaba la experiencia de libertad, justo al percibir el aroma de café, el galán le expuso sus sentimientos. Hermila se quedó conmocionada, nunca había escuchado tantos halagos de un hombre.
– ¡Estoy felizmente casada! ¿Cómo te atreves a decirme todo eso?,.
– Estas casadas, pero no felizmente casada, si fueras feliz no hubieras aceptado mi invitación, expresó el galán con mucha seguridad.
– Tienes razón, estoy a punto de divorciarme. Sin embargo, no sé qué hago aquí contigo, mis principios religiosos están antes que mis sentimientos. Le sudaban las manos, el corazón latía apresuradamente, sentía un no se qué, como un miedo. Se fue relajando, conversaron como dos grandes amigos que se reencontraban años después de no verse.
Al despedirse le dio un beso en la boca, Hermila no opuso resistencia.
– ¡Nos vemos el sábado!, se dio la vuelta y desapareció.
Que fácil fue despertarle la libido, esa energía que estaba dormida, por años dedicada a ser buena madre y esposa ejemplar.
El sábado por la tarde recibió mensaje informándole el lugar del siguiente encuentro. El Hotel los Patios, le dio el número de cuarto. Brotó la pasión que ella misma desconocía, las horas pasaron sin darse cuenta. Regresó a casa por la madrugada, tan quitada de la pena. En qué momento se intercambiaron los roles, la hija, se convirtió en la madre de su madre adolescente. Jimena daba vueltas en la cama, no podía dormir pensando en lo que pasaría cuando se enterara su padre. Por la mañana, le tendió una trampa.
Le dijo muy segura. – ¡Los vieron en el hotel!.
– Si es cierto, estuve con él. Respondió tan tranquila, ya no tenía miedo.
– ¿Qué tiene ese hombre para que rompas tus principios?, no puedo creer que le hagas esto a mi padre. Los sentimientos de la hija se encontraban, brotó el coraje, la tristeza, decepción, miedo.
-¿Qué piensas hacer? Preguntó con lágrimas en sus ojos.
– En unos días me voy, se quedan con su padre. Dio la vuelta y se enfiló al negocio.
Jimena no daba crédito a sus palabras, esa mujer no era su madre, ¿Dónde quedó aquella mujer que le enseñó tantos principios y valores?
Por la tarde Samuel le pidió amablemente que fueran juntos a la iglesia, ella aceptó. El sacerdote les recordó que no había divorcio en la iglesia, les pidió que recapacitaran. Samuel prometió que haría todo lo que estuviera en sus manos para conservar su matrimonio, Hermila guardó silencio, no quiso comprometerse. Cuando regresaron a casa Samuel la invitó a su recamara, la abrazó y la quiso besar, Hermila lo rechazó.
– ¡Ya no te quiero! Se dio la vuelta y regresó a la recámara con sus hijas.
El fin de semana no llegó a su casa a dormir, Samuel desesperado fue de nuevo con el sacerdote.
– Llévala con un psiquiatra, se está volviendo loca, ni de rodillas ante el Señor de Amula se compone.
Jimena angustiada hizo a un lado la vergüenza, compartió con su novio el secreto de su madre. El joven recomendó le informara a su padre antes que el chisme corriera por el pueblo, “Acuérdate de la desgracia de tu tía”.
Por la mañana Hermila regresó muy relajada
– ¿Dónde estabas, preguntó Samuel?
– Con las primas, respondió con sarcasmo. Samuel corrió a preguntarles. Extrañadas manifestaron que tenían tiempo sin verla. En negación de los hechos, no se le ocurría pensar que hubiera un tercero en discordia, parecía menos doloroso afirmar lo que dijo el sacerdote; seguramente se está volviendo loca.
Jimena le pidió a su novio la acompañara a espiar a su madre. Esperaron horas fuera del hotel, vieron cuando se despidieron con un largo beso en la boca. El galán entró al auto, dio la vuelta y tomó la carretera rumbo a San Gabriel; cuando pasó por Apango, se dio cuenta que lo perseguían, pensó en el esposo de Hermila, se imaginó lo peor. Aumentó la velocidad, casi para llegar al pueblo, le faltó pericia en las curvas tan pronunciadas, lo que faltaba, se atravesó un perro, no tuvo tiempo de esquivarlo, metió el freno, angustiado, perdió el control, aceleró, freno, dio vueltas, hasta que el carro cayó al barranco. Jimena y su novio estaban paralizados, no daban crédito a lo que acababan de presenciar. Jimena quedó anestesiada, por varios días no pronunció una sola palabra. La diarrea y el vómito la mantuvieron un par de días en la cama.
Corrió la noticia por el pueblo, en la misa del domingo el sacerdote pidió por el descanso eterno del alma del forastero. Hermila, no daba crédito a la noticia, pensó en un castigo de Dios, sin pronunciar palabras se encerró en la recámara, por varios días no probó alimento, por más que Jimena insistía en hablar con ella no quiso abrirle la puerta. Samuel seguía sin entender el comportamiento de su esposa, no se imaginaba la tragedia que sufría Hermila y la culpa que cargaba su hija. Estaba convencido que su mujer era bipolar y que urgía llevarla al psiquiatra.
Una semana después salió de su cuarto, parecía un fantasma, con varios kilos menos. No le quedó de otra que volver a su vida rutinaria: sus hijos, el negocio y la farsa de su vida de pareja. Todo parecía un sueño, acababa de despertar”.
Felicidades admirada Lechucita, CRG