Es escalofriante, por decir lo menos, la velocidad con la que se mueven las cifras y, de ahí, las proyecciones, con base en la lógica numérica, sobre los contagios de COVID-19, nos muestra una realidad gravísima, en donde las muertes podrían superar en México las 220 mil, hacia finales de febrero, si no disminuye la tendencia.
Y es que, la advertencia sobre la saturación de los hospitales, que se dio desde mediados de diciembre, comienza concretarse en muchos nosocomios del país.
Actualmente, están a ciento por ciento prácticamente todos los de la Ciudad de México, del Valle de México, y también se acercan a esa línea algunos de Puebla.
Lo anterior, a pesar del trabajo intenso de reconversión y ampliación que ha realizado el Gobierno del Estado, a través de su Secretaría de Salud.
En buena medida, los estragos de la pandemia en nuestro país, podían intuirse con tan solo ver las cifras que padece por la pandemia nuestro vecino del norte.
Recordemos que desde su segundo día de mandato y luego de que decretó el uso obligatorio de cubrebocas en edificios públicos de la Unión Americana, Joe Biden pronosticó que “la pandemia empeorará”.
Que es posible que el número de personas muertas en Estados Unidos llegue a 500 mil, antes de que siquiera comiencen a bajar los casos. Esta semana superaron las 400 mil ya. El presidente de Estados Unidos ordenó que quienes visiten el territorio norteamericano deberán permanecer en cuarentena, al llegar.
Con ello, pareciera que la única vía para combatir el virus y sus consecuencias son las medidas restrictivas. En países de Europa eso se ha entendido a la perfección. Hay toques de queda y otras medidas duras.
Pero la realidad económica de los gobiernos y la mayoría de los ciudadanos allá es otra. En México no ocurre eso. Por ejemplo, la campaña “Abrimos o Morimos” de los restaurantes y otros establecimientos es casi literal, aunque se refiere a la quiebra. Las condiciones son sumamente complicadas.
En días recientes, en Puebla, el gobernador Miguel Barbosa ha anunciado que se busca una situación “equilibrada” para la reapertura. Buscar la sobrevivencia económica, pero sin bajar la guardia en la salud.
Los pormenores ya se han dado a conocer y aunque no se dio una apertura total de la economía, sí fue suficiente para darle un respiro al sector restaurantero, comercial y hasta el deportivo, que también está sufriendo las consecuencias.
Recordemos que ya en la experiencia del año pasado, en agosto, hubo éxito en la reapertura de actividades no esenciales. Lo demostraron las cifras de la pandemia que se registraron. El escalonamiento funcionó.
La mayoría de establecimientos realizaron inversiones importantes para ofrecer espacios seguros. El gran problema sigue siendo el descontrol del comercio informal. Ahí no hay autoridad alguna que pueda poner orden. El gobierno municipal, responsable de prohibir el comercio informal, ha fracasado rotundamente en esto, siendo el gobierno del Estado quien sí se ha tomado las cosas en serio.
La experiencia poblana fue de las más exitosas en el país. Se trata nuevamente de llegar a eso que estadísticamente se llaman “mesetas controladas”. A seguir avanzando, con todo el cuidado posible.