Gustavo Monterrubio Alfaro
Dos atentados en vísperas de la asunción de Donald Trump, sacudieron Estados Unidos. Dos miembros de las fuerzas armadas los protagonizaron: Shamsud-Din Jabbar, ex soldado y Matthew Alan Livelsberger, miembro del grupo de élite Boinas Verdes. Formaba parte del Décimo Grupo de Fuerzas Especiales y fue condecorado con una Estrella de Bronce por su mérito en combate.
Similitudes. Ambos sirvieron en el ejército estadounidense y estuvieron destinados en la base de Fort Bragg, hoy llamada Fort Liberty, en Carolina del Norte, aunque no estaban en la misma unidad. También sirvieron en Afganistán al mismo tiempo, pero no necesariamente en la misma unidad. Además, los dos alquilaron los vehículos que protagonizaron los incidentes de Nueva Orleans y Las Vegas a través de la aplicación Turo. Los dos se inmolaron el primero de enero. Una fecha simbólica por lo que representa: cambio, transformación, renovación; sepultar las malas vibras del año viejo que fenece y la esperanza renovada del nuevo año que sea de prosperidad, solidaridad y humanidad.
Son demasiadas coincidencias para obviar, como hicieron las autoridades, vínculos entre ambos.
Diferencias. La más notable entre ambos es la intención: en tanto Shamsud-Din Jabbar trató de causar el mayor daño posible, mató a más de diez e hirió a más de treinta; Matthew Alan Livelsberger, sólo trató de “llamar la atención”, no obstante, dicho reclamo se saldó con un muerto y cinco o siete heridos; sabía de explosivos, pero usó pirotecnia y bombonas de combustóleos, con lo que ni siquiera intentó destruir la Cybertruck, menos cusar daño grave al hotel Trump.
Mientras a Jabbar se le relaciona con el islam, concretamente con el Estado Islámico (EI) y se le asocia con problemas familiares y financieros, Livelsberger, tenía intenciones más altruistas: Las notas encontradas en su teléfono decían: «Esto no fue un ataque terrorista, fue una llamada de atención», y «Necesitaba limpiar mi mente de los hermanos que perdí y aliviarme de la carga de las vidas que quité».
«Es hora de despertar (…) estamos siendo dirigidos por un liderazgo débil e insensible que solo ha servido para enriquecerse», reza un extracto de una de las cartas compartida a la prensa por el asistente del sheriff de la Policía Metropolitana de Las Vegas, Dori Koren.
«Los estadounidenses solo prestan atención a los espectáculos y la violencia. ¿Qué mejor manera de transmitir mi punto de vista que con un espectáculo con fuegos artificiales y explosivos?», se lee en la carta recogida por las autoridades.
Jabbar se enfrentó a las autoridades y murió en el tiroteo, ¿la última batalla de un guerrero o el martirio sublime ante Dios?, en tanto Livelsberger se habría pegado un tiro, ¿un acto de redención consigo mismo y con los que dañó? ¿Ambos acordaron de común acuerdo inmolarse de esa manera, el mismo día, uno de manera activa el otro de forma pasiva?
¿Ambos suicidas eligieron las ciudades de común acuerdo para cimbrar al país más violento del mundo, desde la costa este hasta la costa oeste? ¿Ya se percataron que la conexión terrestre entre las ciudades elegidas es casi recta y horizontal? ¿Es casualidad o tiene algún significado? Sí es lo último, hay que buscarlo. ¿Por qué fue elegido un barrio francés y una Sodoma, qué los vincula a los perpetradores?
Todo indica que el primero lo hizo para elevarse al paraíso y reclamar las 72 huríes que le corresponden por ser mártir en la Yihad, y el segundo, para escapar de problemas mundanos.
Ahora entremos al escabroso tema de las lucubraciones, o sea, la interpretación de los hechos.
Lo primero que llama la atención es el silencio sepulcral del EI, que no ha reivindicado ni negado el ataque terrorista, supuestamente llevado a cabo por uno de los suyos, ¿era un fanático solitario que actuó por iniciativa propia?¿Para vengar la masacre de árabes en Palestina o expiar las atrocidades que presenció o cometió como elemento activo del ejército? ¿Era un lobo solitario adoctrinado por algún predicador del islam, vinculado o no al EI? ¿Sólo fue una acción desesperada de un hombre atormentado por la carga moral de los problemas familiares o su pasado, que le atenazaban? Porque según las autoridades, en videos que publicó antes de arrollar y tirotear a la multitud, Jabbar dijo que originalmente tenía la intención de hacer daño a su familia, pero que eso no habría mostrado la «guerra entre creyentes e incrédulos”. En los videos también proclamó su lealtad al Estado Islámico.
Aquí puede estar la respuesta, en esta ambivalencia de querer causar daño, primero a su familia, léase, a su primera ex pareja o a la segunda, que también se había alejado de él, o a ambas; aunque no decapitó apóstatas, si arrolló y acribilló a personas que tal vez eran tan religiosas como él. Por último, una pregunta, ¿fue su guerra santa o la de otros?
Por otro lado, comparto la opinión de los que saben, respecto a que el EI fue creado y financiado por Israel, a ello tal vez se deba el silencio de esa organización terrorista, pues cometió un atentado en territorio vedado, porque los gobiernos de Israel y Estados Unidos son uno y lo mismo. Sin embargo, este es el riesgo de patrocinar organizaciones terroristas, porque siempre existe la posibilidad de que un fanático o un grupo extremista no distinga entre los compromisos de la cúpula de la organización con sus patrocinadores y la retorcida ideología de la milicia. Remember Osama Bin Laden.
En el caso de Livelsberger, sólo quería llamar la atención, pero el simbolismo que empleó nos lleva a peguntarnos, ¿cuáles fueron las razones ocultas?, son las que hay que desenterrar, porque las explícitas están en los textos que escribió en su celular. Primero, como ya se expuso, supra, sabiendo de explosivos usó materiales de escasa capacidad destructiva, pues la razón es clara: sólo quería llamar la atención, ¿de quién, para qué? ¿Porqué usó una Cybertruck, marca insignia del conglomerado de Elon Musk y la hizo estallar frente al hotel Trump, antes de suicidarse? ¿Quería llamar la atención del dúo dinámico? ¿Quería advertirle a Trump que el hiperactivismo de Musk, podría hacer saltar por los aires su gestión, o advertir a Musk del riesgo que representa su inestable socio? ¿Quería llamar la atención de la sociedad estadounidense o del mundo en general, sobre los peligros de la asociación Elon-Donald, que sólo le interesa enriquecerse? De alguna manera esta intención es explícita en los textos que escribió y es la que más se acerca a la verdad, que yo extiendo al mundo. Pero, ¿se refería a la pandilla de matones y corruptos que ocupa la Casa Blanca o a los inquilinos que en breve la ocuparán, que son iguales o peores? Creo que se refería a los que tomarán el timón, por eso el montaje fue una Cybertruck en llamas, en el umbral de un hotel Trump, o sea, hay que estar atentos con esos tipos duros o nos destruirán.
Al buscar los vínculos entre ambos, si existen, no hay que buscarlos en los medios ordinarios, sino en contactos que un tercero hizo posible, en la Internet profunda, mensajes cifrados u otro medio no convencional; no hay que razonar como la policía de Londres, sino como Sherlock Holmes, porque lo evidente está a la vista, sólo bastan ojos observadores y mentes libres de prejuicios y métodos convencionales.
¿Se repetirán estos eventos? Probablemente sí, pues son muchos los fanáticos y locos que deambulan por ahí, otros tantos veteranos de guerra o ciudadanos ordinarios que padecen estrés postraumático, también un sinnúmero de agraviados y resentidos que odian a los yanquis y radican en algún lugar de la nación y fuera de ésta, por los crímenes que han cometido en los lugares donde imponen sus intereses a sangre y fuego, sobre todo, por el cinismo que destilan en el genocidio de los palestinos.
Siempre el más difícil es el primer evento, después de ocurrido éste, se desencadenan los acontecimientos casi por inercia.
Así ocurre en las migraciones cíclicas de los Ñus cuando se interpone en su travesía un río infestado de cocodrilos; pueden permanecer días o semanas varados, merodeando en la orilla, pausando la travesía que instintivamente tienen que seguir, entonces, repentinamente se activan misteriosos mecanismos instintivos en uno del millón y medio, y ocurre lo esperado, el primero salta, luego una especie de frenesí se apodera de la manada y en automático la mole se pone en movimiento. Unos morirán aplastados o ahogados por Ñus y otros en las fauces de los depredadores, que pacientemente esperaron porque sabían lo que ocurriría, es el resultado de siglos de aprendizaje y es el precio a pagar para que la especie sobreviva.
Los hechos reseñados prueban que cuando un individuo está dispuesto a cambiar su vida por la de otro u otros, nada lo detendrá. Ni existe sistema de inteligencia que se anticipe a todo, ni que sea absolutamente eficaz, porque nadie hasta hoy ha sido capaz de escudriñar en lo profundo de la psique humana: el tipo más dulce, tierno, padre ejemplar, ciudadano modelo, solidario, educado y todo un caballero, puede sorprender a muchos, mostrando el rostro que ocultaba, y pocos percibían, el de una depredador sanguinario. Además, en la guerra, si la primera baja es la verdad, la segunda es todo atenuante ético y moral; el ser humano se convierte en bestia, porque en los casos extremos de vida o muerte, el instinto de supervivencia nos regresa a nuestro origen animal, además, tal vez, también trataban de sobrellevar su vida lidiando con el estrés postraumático, pero éste los venció.
A lo que hay que sumar la piadosa cultura de la violencia inherente a las religiones: quemar, decapitar, asesinar, tirotear, descuartizar, violar, expulsar, torturar, arrollar, hacer saltar por los aires a las y los que consideran incrédulos, ateos, renegados, protestantes, infieles, apóstatas, porque no comparten sus creencias religiosas.
Fuentes: RT, DW, BBC, NYT.