José Antonio López Sosa
Ahora resulta que no hay tintes medios políticamente hablando, o se está con la 4T votando por MORENA y subsidiarias la próxima elección, o se está contra el presidente votando por el PRIANRD el junio próximo.
Nuestra incipiente democracia llegó al punto donde no se puede coexistir, donde hay que tomar un lado o el otro como si se tratase de una guerra.
Una de las ventajas de la democracia es que pueden converger diversos puntos de vista en una plaza pública, lo mismo que en un parlamento o congreso, no hay verdades absolutas ni posturas unitarias, sin embargo en México la polarización ha llegado al extremo, ahora resulta que uno debe sumarse de un lado o del otro.
Me niego rotundamente –como ya lo había manifestado en una entrega anterior– a tener que tomar partido, en ambos extremos se habla de salvar y rescatar a México y se explica como el adversario lo está destrozando; en ambos extremos la ira prevalece y la irracionalidad cunde mediante comentarios falsos, cadenas de whastapp y falsas premisas apocalípticas; en ambos sitios no hay diálogo ni democracia, solo odio, insultos y demagogia.
Si seguimos por este camino, la democracia se rompe, se quiebra, se vuelve una pugna del poder por el poder. El principal promotor de esta polarización se llama Andrés Manuel López Obrador y es presidente de México, sin embargo la oposición a su gobierno ha adoptado la misma polarización de forma inmediata y ahora vivimos en un cabal enfrentamiento de los unos contra los otros.
Me niego a que mi país se vuelva una dicotomía irreconciliable, me niego a dejarme llevar por las ideas de unos y otros, ambos en los extremos que lo único que desean es sembrar más ira y odio entre la población.
Me niego a tener que tomar partido, a ser catalogado como chairo o fifí, a tener que cruzar las boletas por MORENA o por el PRIANRD para pertenecer a uno u otro bando.
La polarización nos lleva a la ruptura, que es lo menos necesario en este país.