José Antonio López Sosa
CARTAGENA DE INDIAS, COLOMBIA.- Cinco siglos de historia, una muralla que cuidó a los ricos por más de 300 años, que dejó a los pobres olvidados a su suerte allá en el barrio de Getsemaní fuera de la muralla. Una ciudad que vio la opulencia y el ocaso, que fue testigo de miles de historias que vinieron de Europa y se consolidaron en América, donde millones de personas cruzaron por sus calles y forjaron la nación colombiana y parte, de la idiosincracia del norte de América del Sur.
Cuando los españoles llegaron a Cartagena, era hogar de índigenas –como casi todo suelo americano–, su idea de ser superiores y la visión obtusa de su religión, les dio el derecho (según ellos) de conquistar estas tierras y establecer un enclave castellano. Así nació la Cartagena de Indias, que lleva su nombre para diferenciarla de Cartagena de Levante en la península ibérica.
Todo lo que entró desde Europa en América del Sur, en un principio pasó por aquí, las carabelas y galeones cruzaban el Atlántico y luego de deternse en La Habana, tomaban dos rutas: a Veracruz o a Cartagena de Indias.
Aquí los castellanos, luego fusionados como imperio español, traficaron a millones de negros africanos, una empresa de trata de personas como pocas ha habido en la historia, esto permeó al cultura africana, su música y tradiciones a la naciente Colombia con el paso de los siglos y los abusos por parte de los pudientes españoles.
Por aquí pasó Bolívar con su sueño de unidad Latinoamericana, aquí se hizo periodista el gran Gabriel García Márquez, en esta ciudad pasó de todo y para todos. De Cartagena de Indias hay una parte inmersa en los países que formaron la Gran Colombia: Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Colombia.
Hoy día es un polo turístico con gran infraestructura, en la ciudad amurallada numersos hoteles «boutique» son parte de casonas antuguas donde la nobleza vivía en las partes altas y, los esclavos negros en los sótanos. Fuera de las murallas hay una zona turística importante hacia la región de Boca Grande, hoteles de primera categoría como el Hilton Cartagena rodean el escenario y combinan en lujo con el respeto por la naturaleza y las tradiciones colombianas.
No hay modo de explicar con palabras, el tomar un café o una cerveza en el Café del Mar, sobre la muralla de Cartagena contemplando la puesta del sol, con la ciudad colonial detrás y los modernos edificios de Boca Grande a un costado, sintiendo la brisa del Caribe y viendo de fondo ondear las banderas de Colombia y Cartagena.
No es complicado llegar a Cartagena, regreso a México con escala en Panamá, uno de los aeropuertos más modernos del continente con COPA Airlines, aerolínea que evocando los grandes navíos del siglo XVI, es capaz de conectar –ahora zurcando los cielos– desde el norte en Canadá hasta el sur en Argentina, a través de Panamá, el centro económico y geográfico de América.
Así es Cartagena de Indias, un lugar complicado de describir, una ciudad que despierta sentimientos encontrados en quien la visita y que nos permite ver el otro lado de la historia, no el bueno ni el malo, sino el real para entender por qué somos como somos y por qué estamos como estamos en América Latina.