Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Sobre la clase media nos habla con ironía nuestro maestro José Antonio Aspiros Villagómez. Y no se incluye, con modestia, en los “grandes intelectuales” de México
“Estimado amigo:
Yo pertenezco a la clase baja intelectual, sin pretensiones de compararme con los grandes académicos que tienen posgrados, maestrías y doctorados, así sean estos últimos honoris causa, muchas veces comprados en instituciones patito.
Comento lo anterior, porque no sé cómo ubicarme en la clasificación de tus Nubes, de ricos, pobres y clase media.
Eso sí, lamento las desafortunadas opiniones del presidente acerca del tema por los resultados electorales de su partido en la Ciudad de México. Salud. A”.
Hablemos ahora de otros clásicos, corroborados a plenitud.
Juana de Asbaje, más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz o la Décima Musa, no necesita presentación alguna.
Su nombre, junto con el de Juan Ruiz de Alarcón, es indudablemente el más esclarecido de la literatura mexicana.
Nacida en San Miguel Nepantla en 1651 y fallecida en 1695 en la Ciudad de México, en sus 44 años de vida logró edificar un monumento literario que le ha ganado un sitio entre los inmortales de nuestro idioma.
Fue Sor Juana, por lo demás, un espíritu vasto y prolífico que lo mismo labró joyas imperecederas de la poesía erótica y mística, del teatro y de la prosa, que se detuvo, mexicana al fin, a ensayar en la artesanía literaria de insoslayable corte popular.
De cómo manejaba la Décima Musa el epigrama, gusanillo al que ni siquiera los espíritus más refinados se conservan inmunes, son los siguientes ejemplos:
A una fea presumida de hermosa:
Que te dan en la hermosura
La palma, dices, Leonor;
La de la virgen es mejor.
¡Que tu cara la asegura!
No te precies con descoco
Que a todos robas el alma,
Que si te han dado la palma,
Es, Leonor, porque eres coco.
A un capitán:
Capitán es ya don juan,
más quisiera mi cuidado
hallarle lo reformado
antes de lo capitán,
saber tocar la trompeta
en forma tan atrevida
ver que no sepa la brida
y se atreva a la jineta.
A un borrachín linajudo:
Porque tu sangre se sepa,
cuentas todos, Alfeo,
que eres De Reyes; yo creo
que eres de muy buenas cepas.
Y que, pues con cuantos topas
con esos Reyes enfadas,
tus Reyes, más que de Espadas,
debieron ser de Copas.
Y, por último, estos villancicos en los que la voz de Sor Juana se confunde con la del pueblo:
El alcalde de Belén,
en la Noche Buena, viendo
que se puso azul, raso
como un negro terciopelo,
hasta ver nacer el Sol,
de faroles llena el pueblo……
Una Voz
Con farol encendido, iba
un ciego
diciendo, con gracia:
¿Dónde está la Palabra nacida,
Que no veo palabra?
Otra voz:
Sin farol se venía una dueña,
guardando el semblante,
porque dicen que es muy
conocida por sus navidades.
Otra voz:
Un poeta salió sin linterna
por no tener blanca;
que aunque puede
salir a encenderla,
No sale a pagarla.
Una voz más:
Del doctor el farol apago se,
al ir visitando;
por más señas, que no es el
primero
que muere en sus manos.
craveloygalindo@gmail.com