David Orozco de Gortari. El primer día

 

David Orozco de Gortari. Herencias. Nacido en la Ciudad de México, hizo sus estudios de licenciatura en la Universidad La Salle y obtuvo el título de Ingeniero Mecánico Electricista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre otras actividades extracurriculares, tomó un curso de metales en la Escuela de Artesanías del INBA.

Profesionalmente se desarrolló en la rama industrial. Participó, entre otros, en el programa OEA-92, para el fomento económico de comunidades indígenas en la Meseta Purépecha, en Michoacán. Participó en el Programa de Formación de Operadores de Maquinaria Agrícola para la preparación de tierras de cultivo y también en el Programa para el Rescate del Patrimonio Cultural y Artístico de los Ferrocarriles Nacionales (antes de su venta).

Actualmente explora el mundo de la literatura como vehículo para expresar inquietudes o reflexionar sobre la vida. Bajo la tutela del maestro Miguel Barroso Hernández, en el Taller de Escritura Creativa Miró; adquiere las herramientas necesarias para narrar sus propias historias.

 

El primer día

Soy David y te invito a celebrar mi cumpleaños número 7.

La fiesta será el próximo jueves 22 de abril, después de la salida del colegio.

Los alumnos de camión deberán presentar esta invitación a miss Gladiola, debidamente firmada por un familiar.

Firmar la sencilla invitación, removió varios fantasmas interiores. Recordé, nostálgico, aquel primer día de clases:

Mamá me llevaba de la mano al colegio y lucía el copete engominado de limón, los zapatos recién boleados y el suéter con mi nombre bordado. En una pesada mochila de vaqueta cargaba los útiles que ocuparía durante el año: libros, lápices de colores, crayolas, sacapuntas, tijeras con la punta redondeada, plastilina, resistol, acuarelas, gomas y los cuadernos con los márgenes en rojo; todo, bien identificado para que no lo extraviara.

En la puerta, ya solo, pensé temeroso: ¿acaso mi familia sabe a dónde vine a parar? Algunos niños lloraban y otros tenían mirada de bravucones. Pero yo me ajusté el casco con sabor a limón, la armadura con las iniciales de la escuela y arrastré, entre las trincheras, la incómoda mochila llena de municiones. Tenía que seguir, no podía rajarme frente a la ofensiva del enemigo. El primer objetivo era llegar al piso superior, donde estaba la base, pero el sudor parecía delatarme. ¿Tienes miedo?: cuestionarían y sería el fin. El segundo objetivo involucraba a la temible sargento, apodada Maestra: la única que podía entregarme el salvoconducto.

El trayecto fue superado sin contratiempos. Al abrir la puerta del salón de clases, volví a la realidad. Una dulce voz calmó mis ánimos: “bienvenido mijito”. Esa mujer de intensos ojos azules, que también me guio por el mundo de los conocimientos, es miss Gladiola. Tendrá alrededor de noventa años y no podía imaginar que siguiera en la escuela donde, ahora, van mi nieto y David: el cumpleañero.