Por Álvaro Cepeda Neri
I.- Millones de familias están sufriendo las consecuencias del contagio mundial de coronavirus; ese que ha separado a las personas debido a la recomendación de permanecer en sus domicilios y salir solo a lo más urgente. Lo cual no ha sido del todo posible porque se debe acudir al trabajo, de compras por alimentos o para atender las mínimas necesidades. Aunque no han faltado quienes desatienden esos ruegos por incredulidad sobre la existencia de dicho virus, o por simple desobediencia. Muchos están de luto. Otros no pueden visitar a sus enfermos en los hospitales, como protocolo para evitar más contagios. Así que es éste un drama que la Humanidad, es decir, en todo el planeta, no había padecido con tan gravísimos resultados. Y se cuentan por millones los niños y jóvenes privados de sus escuelas y recibiendo su instrucción por internet; lo que les ha generado crisis psicológicas porque apenas pueden comunicarse por teléfono o computadoras. También están los que no pueden hacerlo por no contar con esos medios de comunicación.
II.- La historia registra pestes semejantes; pero, al parecer, ésta está resultando mucho más cruda. En este contexto, nos referimos a la tradición de que a finales de cada año se expresan felicitaciones por esta situación o por quienes celebran la Navidad. Y desear lo mejor se repite al iniciar el nuevo año. Empero, se cometen equivocaciones, ya que sin saber lo que padecen otras personas debido a la pérdida de familiares y amigos; o por la desesperación de no encontrar donde atiendan a sus enfermos, reciben felicitaciones por esos acontecimientos, lo que representa una falta de solidaridad con las consecuencia que está arrojando esta pandemia. Y es que se pierde la noción de lo que, directa o indirectamente, estamos padeciendo en todos los países. Pues en mayor o menor medida el desempleo, pobreza y falta de recursos están presentes por todos lados. Y aquellos que nada de eso padecen, no tienen derecho a expresar sus “felicitaciones”, ya que acusan ser ajenos al dolor que se está sufriendo en estos momentos.
III.- No debemos permanecer marginados del presente. Debemos asumirlo y mostrar solidaridad con sentimientos de compasión; por supuesto, sin caer en el pesimismo. Y es que no es momento de felicitaciones. Es tiempo de sumarse al dolor de esta época que nos tiene atrapados en cuidados extremos; y, sin embargo, nos enteramos de que hay miles de contagiados y otros muriendo por ello. Mientras miles no pueden ser atendidos. Es algo aterrador apenas soportable. Y no obstante todas las creencias y dioses a los que se acoge la Humanidad, parece que no encuentra uno a quién pedirle que nos ayude para que de una vez por todas este terrible mal acabe. A la espera de que las vacunas creadas a propósito, ofrezcan la protección necesaria para evitar padecer esta peculiar enfermedad que ha cobrado la vida de médicos y enfermeras por atender a los pacientes contagiados. El que concluyó fue un tremendo y desesperado año. Y hemos empezamos otro, tras crueldades sin límite.
cepedaneri@prodigy.net.mx
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