Cliff Ollin. Vive en Los Ángeles, California, Estados Unidos, donde fue maestro de primaria por veintiocho años. Se graduó de Evergreen State College, en Olympia, Washington. Vivió dos años en la Ciudad de México. Usa la bicicleta para ejercicio y transporte. Toca blues/jazz piano en la calle y en un centro médico. Tallerista de poesía. Escribe poesía y cuentos. Ha publicado poemas en la Segunda y Tercera Antología Internacional de Poesía Sabersinfin.
Viaje a la antigüedad
Megaproyecto, máquina del tiempo
transportando viajeros a la antigüedad.
¡Chichén Itzá retorna a vivir!
Su pasado de gloria aún impone
con rascacielos de piedra,
gigantes sobrepasando el bosque.
Helechos haciendo reverencias,
las pirámides, patios deportivos de jaguares,
serpientes y tortugas jugando a escondidas,
y alrededor, paciente flora y fauna,
cual centinelas observando.
El tren con su descarga de las hordas
contentos de convivir con el recuerdo,
deslumbrados ante la ciudad de piedra,
cuya construcción aún mitos alberga,
de “generosos” extraterrestres regalando todo
a los “primitivos” obstruidos en la edad de piedra…
…ahora, sus descendientes, cual escuadrón
de guías patrullando la prehistoria,
recreando la vida, iluminando creencias
cautivando con vigorosa sabiduría,
encendiendo la sed de aprender
que despierta hastiado y apático turismo,
inmerso en profundos cenotes de historia
y saboreando su viaje a la antigüedad.
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Entrando en la edad plena
La edad cual mano gigante, que cada año agarra,
sin emoción, sin misericordia, apretando,
suavemente haciéndose presente,
arrugando el paisaje, cada arroyo más profundo,
cada barranca más empinada, la melena blanqueada, reseca.
Cual maleza imperiosa, difundiéndose
los cambios climáticos del sesenta y siete…
Pero hay algo más sutil,
una nube cada vez más insistente,
el deleite de la siesta ya más tentador,
el letargo tenaz y testarudo,
que solo un latte desvanece.
Sin embargo, la energía persiste,
el saludable encanto de la bicicleta,
fuente de salud, generando delirante bienestar,
expulsando apatía, borrando decepciones,
inculcando sanas ilusiones,
impulsando la reflexión,
valorando conexiones entrañables
liberando la creatividad
que suaviza y ameniza…
En fin, la edad una poética ilusión,
aún momentos sublimes hay:
intensificando el tiempo,
fortaleciendo la vida misma.