Benedicto XVI: el incansable defensor de poblaciones migrantes

 

 

 

 

El fallecido Papa emérito instaba a que los estados acogieran a los migrantes respetando su dignidad y derechos, superando temores y evitando formas de discriminación

Por: Dr. Javier Urbano Reyes

El 16 de enero de 2012 el recientemente fallecido Papa Benedicto XVI invocaba uno de los temas más complejos de la agenda global. Al invocar la difícil situación de las poblaciones migrantes, rechazaba que fueran un número e instaba a que los estados los acogieran respetando su dignidad y derechos “superando los temores y evitando formas de discriminación” para, finalmente, reconocerlos como una oportunidad.

Como éste, hay una amplia relación de reflexiones de Benedicto XVI sobre los y las migrantes que vale la pena enumerar. En su mensaje del 15 de enero de 2006 cuyo título es Migraciones: signo de los tiempos[1], el pontífice destaca especialmente la vulnerabilidad de la mujer migrante, llamando al respeto de sus derechos. En este mensaje destaca especialmente la llamada a la creatividad de la caridad, es decir, el compromiso de la solidaridad ante la presencia de retos complejos como el deterioro del medio ambiente o los conflictos armados, entre otros[2].

En su mensaje de la Jornada Mundial del Emigrante de 2007[3], el entonces Papa invocó la familia migrante. En la misiva, el pontífice reflexionó sobre los graves impactos de la ruptura de los vínculos originarios, los retos de la integración a contextos y culturas nuevas, lo que supone un problema de la mayor importancia para el desarrollo pleno y armónico de las familias inmigradas en sus procesos de reunificación. Especial importancia concede Benedicto XVI a los estudiantes en situación migratoria.

El 13 de enero de 2008, en ocasión de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado[4], el Papa, al invocar a los jóvenes migrantes, reconoció las dificultades de la llamada doble pertenencia, es decir, el anhelo de no perder las raíces, pero al mismo tiempo, la necesidad de integrarse a la sociedad de acogida. Sobre esto, alertó sobre los graves riesgos que sufren los jóvenes, que son víctimas del crimen organizado, llamando a que las aulas a asumir el compromiso de crear las condiciones idóneas para su integración, mensaje destinatario sin duda al sistema universitario.

En sus reflexiones de la Jornada Mundial del Emigrante y al Refugiado[5] (18 de enero de 2009), el Papa envió un mensaje especial dirigido a los sectores comprometidos con la protección, promoción y defensa de los derechos humanos de las personas migrantes; en su mensaje de 2010[6], se refirió con énfasis a los refugiados menores de edad, denunciado su abandono y los riesgos de explotación a que están expuestos, llamando la atención sobre la necesidad de generar ambientes sociales que favorezcan su desarrollo integral. Para ello, destacó la necesidad de que acudieran a la escuela, medio estratégico para su integración plena.

En 2011[7], en ocasión de la XVI Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, Benedicto XVI planteó la necesidad de recrear la idea de una sola familia humana, en donde las poblaciones migrantes son la representación de la diversidad en tiempos en que las fronteras son más frágiles, con lo que ello supone en la generación de una humanidad cada vez más interrelacionada, de tal forma que quienes migran y las comunidades de recepción sólo son parte de una sola unidad familiar. En la jornada de 2012, el pontífice aludió a las migraciones y la nueva evangelización. En su misiva, indicó que las migraciones plantean dilemas no sólo desde su origen (guerras, violencia, etc.) sino desde lo ético, religioso y espiritual. Sobre esto, planteó la necesidad de llevar a la práctica la solidaridad, a través de la creación de estructuras adecuadas de hospitalidad y programas de reinserción; al mismo tiempo, llamó la atención sobre regiones que desde tiempo atrás acogen a solicitantes de refugio. Finalmente, y de la mayor importancia, llamó a los medios de comunicación a asumir la responsabilidad de dar información con objetividad, exactitud y honradez sobre las y los migrantes[8].

En la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado de 2013, el Papa reflexionó sobre la migración desde la peregrinación y la esperanza, y dijo, en relación a los migrantes y refugiados, que “la iglesia y las diversas realidades (…) están llamadas a evitar el riesgo del mero asistencialismo, para favorecer la auténtica integración…”

Sobre estas consideraciones, reconoció que los estados tienen el derecho a proteger sus fronteras, pero siempre respetando los derechos de las personas migrantes. Finalmente, un tema para valorar es un principio poco referido en los debates sobre la movilidad humana: en el documento se invoca el derecho de los seres humanos a migrar, pero al mismo tiempo “… en el actual contexto socio-político, antes incluso que el derecho a emigrar, hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra[9]

Jóvenes estudiantes en migración, menores migrantes, mujeres en movilidad humana y los retos de la atención más allá del mero asistencialismo, además de exigir la instrumentalización de la solidaridad y sobre todo, la exigencia de generar las condiciones de desarrollo local que inhiban la migración (derecho a no migrar) son algunos valiosos temas que deja Benedicto XVI para que los actores responsables de la protección y promoción de los derechos de las poblaciones migrantes asuman sus responsabilidades, a partir del principio básico de que los y las personas que migran son la representación de una unidad familiar globalizada sobre la cual todos somos responsables.