Aurora Olmedo. No te calles

Aurora Olmedo. Profesora en Filología y Literatura Inglesa. Nació en Argentina. Miembro del Centro de Escritores Argentinos y Latinoamericanos, de “La rebelión de los poetas” y de El Mundo de Crisálida, España. Ha participado en antologías nacionales e internacionales, ha obtenido premios internacionales y locales. Cuenta con veintidós libros publicados. Coordina Sabersinfin Argentina y produce #Poesíaalasocho en aquel país. Ha sido jurado en diferentes oportunidades. Coordina el taller “Con tu propia voz”. Imparte seminarios de literatura inglesa y ejerce como profesora.

 

No te calles

 

Te callas y te mueres, te arrojas a la aniquilación,

porque los silencios mal usados hacen mal,

es como un animalito roedor que anticipa la mordedura

y aun así, no lo crees.

Callarse es como un asedio de bruma lamiendo las sombras,

como una orfandad en la mesa con desgano de panes,

como un reclamo de exequias, un cenotafio.

No tientes a la voz estrangulada,

que no te duela la garganta ni los labios por callar.

No te inmoles en nombre del silencio.

Una dolorosa desnudez que cubrirá la voz

te hará una zanja en el pecho incrédulo

y quizás, te cueste respirar.

Porque aquellas palabras que te urgían,

que ahogaste por no molestar, por falso orgullo, por pudor,

por un honor mal entendido,

será una mala herencia.

 

Hay una excelsa libertad en la palabra hablada,

en la feroz oralidad, a tiempo,

en morder el muslo del aire y sí, gritar.

Quizás yo todavía estoy a tiempo

y me pueda salvar.

 

 

Regreso al verso

 

Fue un dios inferior y un vaciamiento,

los días sin sol, el pan cansado,

el vientre de magias suturado

con hilos trenzados con cemento.

 

Yo ya no puedo más y urdí un lamento

y hubo un sol de piedad justo a mi lado

que rasgó mi piel, quitó el pecado

de ese mal hechizo que había adentro.

 

Recluta de ese sol fecundo, el celo

quebrando en dos la última abstinencia,

urgente tras la luz, mi alma ni aguanta

 

de amor, concepción, parto y consuelo

y vuelve el verso, al fin, y en tanta urgencia

me cae como miel por la garganta.