AURORA OLMEDO Nació en Argentina. Es profesora en filología inglesa y literatura. Actualmente pertenece al Centro de Escritores Argentinos y Latinoamericanos (C.E.A.L) y a la “La rebelión de los poetas”, en Argentina. Colaboradora en Sabersinfin, México. Ha participado en antologías nacionales editada por la Sociedad de Escritores Marplatenses y antologías dirigidas por la Sra. Esmeralda Longhi Suárez, así como en antologías españolas y otros países de Sudamérica. Ha sido jurado en diferentes oportunidades (Azul, Mar del Plata y Ayacucho) Argentina. Cuenta con quince libros publicados. Coordina el taller “Las letras y los días”.
La pobreza
Siempre pensamos que la pobreza es algo que les pasa a otros,
como la urgente metralla que milita en guerras
que siempre creemos de otros, y pensamos que hay muertes
que les pasan a otros, que son patrimonio de periódicos.
Y cuando el asfalto duele de frío
advertimos que somos solo militantes de la nada,
con una identidad hervida en sangre con anemia.
Porque la pobreza es algo que avanza como caracoles tristes
y llega y no la escuchamos, pero llega.
Y el hallazgo busca el pan en los estómagos incrédulos,
en esta guerra de silencios y ecos en la casa oficial.
Y aunque la pobreza nos toma de rehenes
tenemos la estrategia de una excelsa dignidad
ante tanta ceguera legislada.
Y nos mandan a casa ¿y el trabajo?
Los despidos vienen mordiéndonos los ajados talones.
Y ¡hace tanto frío!, hace un frío oficial y por decreto.
Ni siquiera la boca más abierta humea aliento tibio
porque las estufas vacías se rinden a la escarcha,
en la hora en punto del crepúsculo que tenía razón
al desmayarse y fugarse de la luz y no ser testigo
de tanta indefensión.
Hay tanta jactancia de llanto, tantos años desvestidos,
en esta mezcla de pandemia e ilícita miseria.
Ahora siento que somos soldados sin nombres,
un soplo en la asfixia, en la tierra tomada por verdugos
que no apuran las firmas, que no apuran las firmas.
A veces pensamos que la pobreza es algo…
es algo que les pasa a otros.
Desprovista
¿Por qué despiertas a mis madrugadas?
¿Por qué ostentas el báculo y la misa?
Te marchas con tu etcétera y tu prisa
y dejas mis caderas astilladas?
Bebí tanto de ti y ahora no bebo,
más si quieres beber, llama a mi puerta.
Entre un verso, un café, mi tinta abierta
y algún verso a modo de placebo.
La luna menguante ya no mengua,
la noche es un feroz rito encelado
que me arroja a una pira y que me inmola.
Mis besos van anémicos de lengua,
la piel me sabe a lácteo enamorado
y llamo y te llamo… y sigo sola.