· La Dra. Cristina Curiel, académica del Departamento de Psicología, dijo que las y los académicos deben validar sus emociones y pensar en el autocuidado
Valentina González / ICM
El regreso a clases encuentra a docentes, por una parte, felices de volver a las aulas y recuperar esos espacios que se perdieron por la pandemia de COVID-19, pero también con ansiedad tras pasar más de un año en confinamiento, pensando en el aislamiento y los cuidados necesarios para evitar contagios, platicó la Dra. Cristina Curiel, académica del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana.
Al respecto, la especialista dijo a los académicos y las académicas que es normal sentir ansiedad y preocupación por el regreso a clases, así como pensar que no estamos listos; por lo que es indispensable abordar el tema de la salud mental, pensar en el autocuidado, evaluar cómo estamos, cómo nos sentimos y qué podemos hacer.
La integrante de la Sociedad Psicoanalítica de México recomendó validar emociones como la ansiedad que puede provocar el hecho de estar en lugares cerrados con varias personas. A este escenario cotidiano ahora se suma el tener que dar clases.
Recomendó pensar en las cosas que nos hacen sentir tranquilos y sobre los esquemas que nos permiten estar bien. Por ejemplo, ver qué plantea mi lugar de trabajo para la seguridad de todas y todos, “ver qué me funciona y qué puedo hacer por mí. Quizá, mantener la puerta abierta como una medida”.
La psicóloga señaló que al inicio será difícil, ya que todos necesitaremos acoplarnos a lo que hacíamos antes, pero con un nuevo enfoque. “Hay que recordar que cuando inició la pandemia nos tomó tiempo acostumbrarnos a una nueva forma de convivir, fue un shock que provocó mucha angustia, depresión o insomnio, pero todos nos acoplamos a este esquema de vida, y ahora tenemos que acoplarnos al regreso”.
Sobre las personas que no se sienten preparadas para regresar, que dicen que se volvieron ermitaños y que han olvidado cómo salir diario a trabajar, la especialista dijo que antes lo hacíamos porque no teníamos la preocupación de la pandemia, “salíamos y vivíamos la vida y no nos importaba lo lejos o cerca que estábamos del interlocutor, si era un lugar cerrado o abierto.
“Ahora tenemos muchas cosas en las cuales hay que pensar y que nos quitan energía física y mental, que nos desgastan. Por eso, es importante estar conscientes de que esto es normal y esperado en una situación como la que estamos viviendo”.
Asimismo, la académica señaló que las y los docentes tienen que estar bien para poder apoyar al estudiantado. “Para desempeñar nuestra función necesitamos evaluar cómo estamos internamente, pedir ayuda, validar nuestras emociones, tener espacios para buscarnos a nosotros mismos y ponerle nombre a lo que uno necesita. Necesitaremos ser flexibles porque el estudiantado también tratará de hacer su mejor esfuerzo para adaptarse a una realidad presencial”, dijo.
Añadió que la realidad nos pide a las personas ser funcionales y que nos acoplemos rápido a este nuevo esquema. Hay quienes el hecho de estar vacunados les tranquiliza muchísimo, pero otras personas tienen muchas dudas aún con la inoculación. Esto indica que hay distintos niveles de preocupación y todos son válidos.
Ante una posible crisis, es importante pensar en que es posible interrumpir la clase y pedir al alumnado unos minutos, salir del salón, respirar profundo, caminar un poco por el pasillo y después retomar.
“Es importante entender que en el momento preciso de la crisis nos es difícil entender por qué nos ocurrió. Por eso, hay que tratar de tranquilizarnos y ya más tarde, fuera de la clase, pensar qué podemos hacer para prevenir una futura crisis”, explicó