- El Mtro. José Ignacio Lanzagorta García impartió la ponencia ‘La calle peatonal y el patrimonio: imaginarios y disputas por el espacio público en el Centro Histórico de la Ciudad de México’
Valentina González/ICM
Como estrategia sanitaria por la pandemia de COVID-19, el gobierno de la Ciudad de México decidió peatonalizar, temporalmente, todas las calles del Centro Histórico, utilizando la técnica global de intervención de estos espacios que tienen vínculo con el patrimonio: consumo, apreciación, turismo y las narrativas antiautomóviles.
Para el Mtro. José Ignacio Lanzagorta García, becario posdoctoral del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la IBERO, en la peatonalización del Centro Histórico de la CDMX quedaba claro que tenía que ver con gestionar la intensa centralidad que tiene este sitio como un lugar de abastos de la ciudad.
Es decir, no se estaba pensando en los turistas o en dejar fuera a los automóviles, sino que la zona siempre está repleta de personas que no van de paseo, sino que van a comprar o vender cosas y habría que controlar eso.
El antropólogo urbano recordó que toda la idea de peatonalizar el Centro Histórico viene de principios de este siglo. Los primeros ejercicios se hicieron en las calles de Madero, Regina y Alhóndiga, todas con resultados distintos.
En algún momento, comerciantes de calles con mucha actividad comercial como la de Tacuba se organizaron para pedir peatonalización, pero cuando vieron los efectos negativos de esta medida en calle de Madero se arrepintieron porque el uso de suelo incrementó e hizo que no pudiera ser asequible para un negocio normal.
Lanzagorta García, quien impartió la ponencia La calle peatonal y el patrimonio: imaginarios y disputas por el espacio público en el Centro Histórico de la Ciudad de México, añadió que en los últimos 10 años en calle Madero se han visto desplazados muchos comercios normales o locales habituales. Algunos cerraron y se fueron a otras partes del Centro y entonces llegaron cadenas transnacionales que sí pueden pagar esas rentas.
El investigador compartió que, a partir de esto, surgieron organizaciones de comerciantes y vecinos resistiendo la peatonalización, pero el discurso global sigue empujando a que eso es lo que se debe hacer con estos espacios de las grande urbes, es decir, “que la centralidad que sigue teniendo el Centro Histórico de la CDMX no está bien así y debe funcionar de otra manera por el imaginario que hay de este lugar«.
De acuerdo con el especialista, cuando se está en un centro histórico de cualquier ciudad se sabe que se está en un lugar distinto, que la sola presencia de ahí modifica las relaciones sociales que se han de tener en ese territorio.
“Esta modificación o cambio de las actividades sociales que se desarrollan en un territorio, convierten a éste en un sujeto social que tiene que ver más con lo que colectivamente hemos imaginado y representado sobre estos territorios”, expresó.
Lanzagorta desarrolló una tesis doctoral sobre la Zona Rosa de la CDMX, territorio que dio asiento y una trayectoria muy particular a la identidad gay. En la Maestría en Antropología Social en la IBERO llevó a cabo un trabajo sobre la Glorieta de Insurgentes, también, de la Ciudad de México, como un sitio ilustrativo de la disputa entre la planificación y las formas de sociabilidad en la producción de lugares.
Valentina González/ICM