
Víctor de Regil
En días pasados, el PAN tuvo su “relanzamiento”: un evento público en el que presentó su reinvención estética con un nuevo logo y tonalidades, así como cambios de gran calado en sus reglas internas, alianzas y doctrina. En el oficialismo y los morenistas, el relanzamiento ha generado burlas y desdén. Ven al PAN como un partido incapaz de reinventarse, pero ¿qué tan equivocados podrían estar?
Ciertamente el PAN, por ahora, no tiene la capacidad de ganar una elección presidencial, al menos al día de hoy. Sin embargo, los cambios propuestos por su dirigencia no deben ser subestimados, pues podrían dar vida a nuevo talento que, con las alianzas adecuadas, vuelva a hacer del PAN un partido competitivo a nivel regional.
Y es que, el gran problema del PAN fue su alianza con el PRI y cómo esta lo marcó. Hasta hace tres años, cuando se preguntaba a la gente qué partido “le ha hecho más daño al país”, solo el 8 por ciento respondía PAN, una cifra inferior al PRI (58 por ciento) y también a Morena (10 por ciento).
De hecho, el PAN cosechaba triunfos. Ya pocos lo recuerdan, pero hasta 2021 el partido, solo o en alianza con fuerzas distintas al PRI, gobernaba más municipios y estados que el propio Morena, territorialmente el PAN ganaba espacios.
Pero, la alianza con el PRI pudrió la reputación del PAN y algo peor: desmovilizó a sus bases. En los estados no era difícil encontrar panistas desencantados con la alianza PRI-PAN impuesta desde el centro del país. Muchos no querían ni votar ni hacer campaña por el PRI, quien es visto como su enemigo histórico para sus bases. Por eso, de las siete gubernaturas que el PAN ha perdido desde 2018, cinco las perdió en alianza con el PRI. Las que conservó, las mantuvo pese a la alianza, no gracias a ella.
Por su parte, a nivel municipal, la coalición PRI-PAN redujo el número de municipios gobernados por el blanquiazul, solo o en alianza. El efecto fue exactamente el opuesto al de 2010, cuando una alianza PAN-PRD le permitió aumentar en casi 50 por ciento el número de municipios bajo control de Acción Nacional.
El relanzamiento del PAN es un riesgo para el futuro de Morena porque promete debilitar la alianza PAN-PRI y podría llevar a que el PAN recobre viabilidad. Pero no solo por eso.
Otro aspecto que ha prometido cambiar el PAN, y que es tan o más importante que el anterior, es su forma de otorgar candidaturas. El PAN perdió competitividad porque sus reglas de afiliación le dieron control de las candidaturas a los “padroneros”.
Ahora, el nuevo PAN promete tener procesos de afiliación abiertos e incluso selección de candidaturas por encuesta o elecciones primarias, lo que lo vuelve un partido más abierto a la sociedad. Si estos cambios se implementan, el PAN le podría arrebatar candidatos competitivos a Morena y posicionarse como una alternativa real para perfiles más “ciudadanos” o no queridos por sus partidos.
Pero también hay cosas incorrectas, el nuevo PAN comete un grave error: ha decidido coquetear con la ultraderecha y adoptar un eslogan “patria, familia y libertad” que evoca los lemas del fascismo italiano y de las ultraderechas latinoamericanas, como las de Javier Milei o Jair Bolsonaro.
Apostarle a la ultraderecha no solo significa fomentar un movimiento político basado en el encono, el odio, la exclusión y el clasismo, sino algo que debe despertar a los propios panistas: el nuevo PAN, el que coquetea con la ultraderecha, es una abierta traición a los ideales del humanismo solidario de propio fundador, Manuel Gómez Morín.