María Angélica Siadous Ayala. Seudónimo: Angie Siadous. Poeta paraguaya. Nació en la ciudad de Asunción capital de Paraguay. Tiene 25 años radicando en Veracruz (México). Ha publicado su poesía y prosa narrativa en revistas y antologías nacionales e internacionales. Actualmente está escribiendo novelas y cuentos. En el 2023 recibió el nombramiento de “Embajadora Cultural y Literaria” de la Academia Nacional e Internacional de la Poesía A.C. Zona Conurbada Veracruz ~ Boca del Río en México, adscrita a la Sociedad de Geografía y Estadística. Su amor por su tierra paraguaya la hace promotora de su cultura guaraní. Y su amor por su país de adopción México, y el respeto por su gente, su cultura y tradiciones hacen de su corazón universal una amante de las guaranias y sones jarochos, una apasionada por las polkas y el danzón y entre el mate y el tequila, nacen poesías cargadas de magia cultural Su poemario “Desde mi piel” refleja la sensibilidad y la fortaleza de una rosa de acero.
“La poesía me ha salvado, la escritura para mí es, el sepulcro de mis dolores, es el decreto de mi futuro y es el legado de mi existencia”
Fauces de tinta
En un reino de papeles deshilados,
la justicia duerme bajo un polvo espeso,
su balanza, herrumbrosa, gime en la penumbra,
y su espada, vendida, reposa en manos sucias.
La ley es un río claro en los libros,
pero en las fiscalías se pudre en pantanos;
los verdugos de toga siembran abrojos,
y cosechan monedas caídas de bolsillos rotos.
Si no llevas oro en las uñas,
el tiempo se vuelve ciego, sordo, muerto;
los expedientes se marchitan en gavetas hambrientas,
y la justicia, en harapos, se arrastra sin fe.
Los abogados, traficantes de esperanza,
cambian su alma por treinta platas viejas;
mercaderes de promesas rotas,
sacrifican verdades en altares de codicia.
Estos gánsteres disfrazados de ley,
opacan el sudor del justo y del fiel.
Abogados que entre colegas se hieren,
uno clama justicia, el otro la vende.
Mientras uno defiende con alma y honor,
el otro se llena con sobornos y horror.
Se arrancan los ojos en nombre del fallo,
y el crimen se ríe, sentado en el estrado.
La ignorancia es un rebaño de ovejas desbocadas,
y nosotros, pasto para los lobos de la ley;
cada firma, cada palabra no entendida,
es un ladrido que desgaja nuestros huesos.
Así se pudre el templo de lo justo,
en un país donde el derecho es un mito,
y quien no paga el precio de la impunidad
se ahoga en las aguas negras del olvido.