Guillermo Valdivieso Zucolotto. Ingeniero Civil. Trabajó 33 años en la Central Nucleoeléctrica Laguna Verde. Ha tomado cursos/talleres de pintura, canto y guitarra. Actualmente, libera su capacidad creativa en el taller de Técnicas Narrativas Miró, dirigido por Miguel Barroso Hernández.
El Dramático
Feliz, el mundialmente reconocido actor Julio de la Barca, celebra los 53 años de vida en compañía de sus tres hermanos y dos hermanas. Todos nacieron en la ciudad de Monclova, Coahuila y allí tuvieron una agradable infancia gracias a los papás: el ingeniero y la maestra, como eran conocidos por vecinos y amigos.
Julio festeja su cumpleaños y el gran éxito del personaje que defendió por varios meses. ¡No imagina lo que le depara el destino!
Todo comenzó en la Ciudad de México, donde fue a estudiar teatro y actuación. Abandonar a los suyos resultó difícil y triste, pero debía perseguir su sueño: «Broadway”. El mundo del espectáculo, en la capital del país, no era nada benévolo. Para un tipo bondadoso y con buenos valores, sobrevivir indefenso, en medio de la selva, parecía todo un desafío. Por eso adquirió ciertas manías que, según él, servían como escudos frente a los demás. Al hablar, por ejemplo, se tocaba constantemente el cuello de la camisa y así disimulaba los nervios. En la bolsa de su pantalón, traía siempre un rosario y una pata de conejo. Suerte o protección: daba igual; lo cierto es que, poco a poco, se coló a los escenarios y ya para toda la farándula no era Julio de la Barca, sino “el dramático”.
El día en que asistió a la obra «Tú Puedes», como invitado de honor, supo que debía tomar las riendas de su vida y, de una vez por todas, se enfocó en el objetivo por el cual se había convertido en actor. Siempre que lo entrevistaban y le preguntaban qué daría por actuar en Broadway contestaba, sin dudar:
—Daría mi vida.
Un obstáculo muy fuerte era el inglés, porque “no se me da”: decía. Entonces, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano.
No tardó en dominar el idioma de Shakespeare y se aventuró a los retos de la exigente Nueva York. Ya en la meca del teatro: estudió interpretación, dirección, producción, canto, fonética inglesa; y en una de las tantas visitas a Broadway se hizo muy amigo del talentoso protagonista de la obra que había ido a ver.
“En el lobby, noté que me miraba —contaba Julio—. Yo iba vestido de rojo o quizás era por mi nariz afilada y prominente: herencia de mi madre de origen italiano. Luego, lo vi actuar y me reprochaba no haberlo reconocido. Pero al terminar la presentación, fui a su camerino y entablamos una larga plática”.
Fue él quien le presentó al productor y director de la obra de teatro en Broadway, por la que ahora celebraba con sus hermanos. ¡Había cumplido su sueño! Justo terminaba temporada. La obra había sido un éxito.
—He dado mi vida, por Broadway —dice, una y otra vez, emocionado.
Es 13 de diciembre y el clima está tan frío como el día en que naciera. Sonriendo dramáticamente, en par de minutos, morirá nuestro protagonista de un ataque al corazón.