Guadalupe Taylor. Nació en la ciudad de México, actualmente es residente de los Estados Unidos. Realizó sus estudios profesionales en la Universidad Nacional Autónoma de México. Obtuvo la Maestría en Spanish Studies en Georgia State University (Atlanta, Georgia), así mismo consiguió un Doctorado en Romance Languages en la University of Georgia, Athens Georgia. Desde joven ha escrito creativamente, epístolas, cuentos, poesía y una novela corta. Participa activamente en talleres y clases de literatura de la UNAM. A la fecha continúa escribiendo cuentos y poesías.
Yo, Juana
Mis recuerdos rumiaban en claro oscuro,
así que fui a buscar los recuerdos de mi madre.
Regresé al pueblo árido donde nació,
un atardecer en el que el viento
silbaba un estertor de secretos.
Caminé por el Saucito,
a donde mis abuelos nos llevaban,
entre árboles color cenizo:
los rezos subían por las catacumbas
en la colina donde se construyó el santuario.
Creí ver a mi madre, con el cristo en la mano:
oraba con fervor por quien la desterró.
Se levantó el viento, y la polvareda atrajo ánimas.
Detrás de mis preguntas, sólo telarañas.
Pasé la noche sobre flores mustias.
Convoqué a mi madre tras el olivo,
oí los azotes sobre su cuerpo joven.
El río encubrió sus lamentos,
le supliqué que tomara mi mano.
Desapareció con el sol en mis ojos.
Entonces anduve errante por el camino desnudo.
Al surgir ante mí las casas coloniales,
se hicieron nítidos de nuevo los olores de mi niñez,
como si recobrara la inocencia.
Entré a la vieja tienda del pueblo
donde compraba chicles,
olor a madera añeja, a tepache.
El sonido de mis pasos sobre los adoquines
me trajo el eco de su juventud.
Pasé por la farmacia
donde los clientes entraban para pedirle
pociones de amor.
El viento arrastró su pena por el portón
de la casona de los abuelos,
hasta el patio y la inmensa higuera en su centro:
el árbol cómplice, protector mudo
de su verdad, de mi nostalgia.
Me pareció ver a los sollozos de mi madre
intentando escapar por el balcón,
entre la baranda de hierro.
Ella se fue una tarde de mucho viento.
Dejó atrás el olor de la farmacia,
la verdad encerrada en un frasco de botica
en el número 9 de la calle Fernando Rosas.