José Antonio López Sosa
Para el presidente de la república el pueblo es aquel ente que piensa como él, que coincide con sus políticas y que sigue fielmente la 4T, o cualquier cosa que ella represente.
Para el presidente los demás, no son el pueblo, menos aún pueblo bueno, para él son conservadores, fifís, adversarios, oportunistas y una retahila de calificativos que denigran.
Ayer hubo manifestación de mujeres por el día internacional de la mujer, sí, como siempre las autodenominadas anarquistas (en su versión femenina) llegaron a sabotear una manifestación pacífica, sin embargo, esta vez el presidente no escuchó al pueblo, no estuvo ni cerca, se mantuvo detrás de una valla, tal como lo hacían Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
¡Cómo se extraña a aquel López Obrador luchador social!, él si hubiese estado afuera escuchando y apoyando a las mujeres, ¡cómo se extraña a aquel López Obrador candidato!, que recorría el país, que salía a las calles, que escuchaba y contestaba al pueblo.
Hoy todo cambió, el pueblo dejó de ser el pueblo, el pueblo se segmentó en quienes le apoyan, el pueblo que pide, reclama o piensa distinto que antes formó parte de su esencia como político, hoy es tildado de adversario.
Lo que más criticó el presidente López Obrador en las administraciones anteriores, es en lo que se está convirtiendo con la salvedad de decir «no somos iguales» o «somos diferentes», pero esa diferencia es únicamente en el discurso, en la praxis resulta haber absorbido al pie de la letra lo que criticó con dureza en los sexenios anteriores.
Este puede ser un parteaguas en la administración federal actual, el alejarse del pueblo, un candidato que ha sido defensor del pueblo y al llegar al poder cambia de posición, cambia también la percepción incluso de sus votantes.
Ayer Andrés Manuel López Obrador no escuchó al pueblo, ayer el presidente actuó igual que Peña, que Calderón o que Fox. Así de sencillo.